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Reseña 'No quiero matarte' de Dan Wells

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Título original: I Don't Want to Kill You
Título en español: No quiero matarte
Autor: Dan Wells
ISBN: 9788408112129
Sello editorial: V&R Editoras
Páginas: 364
Año de publicación: 2016
Calificación:
Compra el libro aquí

Saga John Cleaver
1. No soy un serial killer / 2. No soy el señor monstruo / 3. No quiero matarte
El Señor Monstruo ya está listo para su próxima matanza.
En No soy un serial killer, vimos cómo John Cleaver rompía todas las reglas para salvar a su ciudad del mal. En No soy el señor monstruo, nos quedamos sin aliento mientras peleaba con su monstruo interno en un intento de seguir al mando de su vida. Ahora, John maneja a la perfección sus talentos oscuros y asumió su rol como asesino de asesinos. Es hora de librar otras batallas.
Solo existe una certeza: la muerte está muy pero muy cerca... Mucho más de lo que John imagina.
¿Quién será la próxima víctima?


'No quiero matarte' es el tercer libro de la saga John Cleaver y si me sigues desde hace tiempo sabrás que esta saga me ha gustado mucho desde su inicio.
Si es la primera vez que tienes un acercamiento con estos libros y solo estás leyendo esta reseña porque te interesó el título, te dejo el link de mi reseña de 'No soy un serial killer' (primer libro de la saga).
En esta tercera historia tenemos a un John más maduro que ha logrado aceptar y controlar esa parte oscura dentro de él, "el Señor Monstruo". También, ha asumido la responsabilidad de ser el asesino de los demonios que se presentan como asesinos en Clayton.

Han pasado solo dos meses desde lo ocurrido en 'No soy el señor Monstruo' y el pueblo de Clayton no ha sido el mismo desde entonces porque ¿cómo podría serlo después de tantos asesinatos?
John, está obsesionado con encontrar al demonio que amenazó sin embargo, no está teniendo mucho éxito. Mientras él espera tener algún contacto o noticia de ese demonio, sucede una muerte que logra conmocionar a todo el condado. El Pastor Zeller está muerto, y su muerte es algo peculiar. Por lo que John empieza a investigar con la ayuda de la hija de un policía si todo lo que sucedió es causado por este demonio o existe más de uno en el condado de Clayton.
¿Estará John preparado para más de un demonio?


¿Qué les puedo decir? Me encantó, me fascinó y quiero decirles que Dan Wells se ha convertido en uno de los autores que más me han hecho sentir en un libro. ¿Por qué tiene que ser así la historia? ¿Acaso nos odia el señor Wells?

No quiero soltar ningún spoiler porque este libro merece ser leído sin la mínima idea de lo que encontrarán. La trama es muy similar a los anteriores solo que ahora John no se enfrentará solo a lo que tenga que enfrentarse si no que contará con la ayuda de Marci, una chica que se ganó mi agrado desde que salió en la historia. Es interesante ver a John estando con ella.


¿Te preguntarás qué pasó con Brooke? Bueno, ella no sale mucho pero tiene una parte importante en la historia. Creo que no hay nadie que sea #TeamBrooke, todos con los que he hablado son #TeamMarci. Si ya leíste el libro, tal vez puedas decirme quién te cae mejor.
La historia se desarrolla casi igual que en los libros anteriores y la narración sigue siendo la misma pero a pesar de eso, te atrapa. Cada página te mete más y más en la historia hasta que llega un punto en el que no quieres, más bien no puedes dejar de leer. 
El final es de esos que son insuperables y que te dejan una cicatriz, es por el final que digo qué tal vez Dan Wells nos odia, o le gusta vernos así.

Me gustaría contar todo sobre este libro pero siento que entre más y más escriba terminaré soltando un spoiler grave y eso es un gran pecado entre lectores.
Algo que no muchos saben es que estos tres primeros libros pueden ser considerados como la primera parte de la saga porque después siguen otros que se desarrollan en otra situación pero teniendo a John como protagonista. Espero y ruego a los dioses de los lectores que traigan estos libros a México.


En conclusión, No quiero matarte es una muy buena culminación de esta primera parte de la saga y en general, estos primeros libros fueron de mi agrado y siempre que puedo se los recomiendo a las personas por ser de un tema fuera de lo común sin caer en el cliché de una novela juvenil. Agradezco que existan más libros de esta saga porque si no, no sabría qué hacer ni cómo reaccionar en este momento.


Divergente: Lee un extracto del epílogo 'Después del final'

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Estamos a pocos días para la publicación mundial del nuevo libro de Veronica Roth: Las marcas de la muerte.


Hace un tiempo les dijimos que Veronica Roth había escrito un epílogo de la serie Divergente que sería publicado en formato digital de manera gratuita para los que compren el nuevo libro de la autora antes del 18 de enero.

Gracias a EpicReads podemos leer un pequeño extracto del epílogo. Recuerden que el eBook también será publicado en español el 19 de enero, pero solo en España. Esperamos tener noticias pronto para México.

Aquí les dejamos el extracto, recuerden que NO deben leerlo si no han leído Leal, ya que es un spoiler. Sin mas que decir, aquí lo tienen:

Y finalmente miro al rededor. La multitud reunida en el fondo de la Fosa, cerca del borde del Abismo, es densa y multicolor, como nunca antes había visto. Y la gente, viejos, jóvenes y todos los demás, hablan y alzan sus tazas sobre sus pechos. Mis ojos buscan todavía las divisiones por facciones pero, no encuentro ninguna, ni si quiera en mí. Mi camisa es blanca de Verdad, mis pantalones azul de Erudición y mis zapatos son negros de Osadía. Ahora solo somos personas.
Traducción de Divergente México

¿Están listos para leerlo? Dejen sus comentarios.

Las marcas de la muerte: Ya puedes leer el primer capítulo del libro en español

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¡Hola lectores! Gracias a la Editorial RBA Molino ya podemos leer el primer capitulo en español del nuevo libro de Veronica Roth: Las marcas de la muerte.


Les dejamos la sinopsis oficial del libro y el link donde pueden leer el capítulo en español:
HAY DONES QUE PUEDEN CONVERTIRSE EN MALDICIONES. Y HAY MALDICIONES QUE PUEDEN LIBERAR A TODO EL UNIVERSO El don de la joven CYRA consiste en provocar dolor. El mismo dolor atroz que ella siente en todo momento. El don de AKOS le hace inmune a los dones de los demás, pero ¿bastará para salvar a su familia y a sí mismo de un destino tan injusto como cruel? En un universo en guerra, los dones de CYRA y AKOS hacen que sean vulnerables, peones en manos de quienes quieren aprovecharse de su poder. Su única esperanza reside en unir sus fuerzas para luchar contra la injusticia y… Convertir el dolor en poder. La desconfianza en lealtad. El amor en ansia de libertad.

Novedades de Ediciones Urano (enero 2017)

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Título: Me hace feliz
Autoras: An Swerts y Jenny Bakker
Sello editorial: Uranito
A Sofía le gusta muchísimo un niño de su clase. Se siente inquieta y feliz al mismo tiempo. Se lo cuenta a su abuela, porque ella siempre sabe qué hacer. «Dile que te gusta», le dice la abuela. Pero, ¿qué decir? ¿Y dónde? ¿Y cuándo? La abuela y el abuelo le cuentan encantados su propia historia a Sofía. Y así se le ocurre una idea... Tierna historia bellamente ilustrada sobre lo que significa amar a alguien y cómo aprender a decírselo.

Título: El ombligo de Herbert
Autoras: Valérie d'Heur y Alexandra Kervyn
Sello editorial: Uranito
Todo niño descubre con sorpresa, en algún momento, que tiene un ombligo. Herbert también. no entiende nada. ¿De dónde ha salido ese agujerito? ¿Se habrá hecho daño? ¿Será grave? Herbert se ve arrastrado por su propia fantasía. Totalmente confuso, va corriendo junto a su mamá. Por suerte, ella puede consolarlo y contarle por qué tiene ese hoyo tan raro en la barriga. Un gracioso y tierno cuento ilustrado en el que se resuelve el misterio del ombligo.

Título: Mila la sirena
Autora: Paulina Vargas
Ilustraciones de Elsa Sanchez
Sello editorial: Uranito
Mila es una sirenita linda pero tímida. Todo cambia cuando ayuda a una estrellita de mar y recibe un brillo especial. Todos somos luz para el mundo, ¿sabes de dónde viene esa luz?

Título: El poder de la imaginación de Henry
Autor: Skye Byrne
Ilustraciones de Nic George
Sello editorial: Uranito
Henry pierde a su querido conejo de peluche, Frambuesa, y el abuelo le explica cómo buscar a su amigo por medio de la imaginación. La aventura comienza realmente cuando Henry empieza a utilizar la imaginación. ¿Puede Henry traer de vuelta a Frambuesa con el poder de su imaginación? ¿o lo ha perdido para siempre?

Reseña 'Yo, Simon, Homo sapiens' de Becky Albertalli

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Título original: Simon vs. the Homo Sapiens Agenda
Título español: Yo, Simon, Homo Sapiens
Autora: Becky Albertalli
Sello editorial: Puck
ISBN: 9789507882630
Páginas: 288
Año de publicación: 2016
Calificación:

¿Qué serías capaz de hacer para proteger tu secreto mejor guardado? Simon ha hecho lo impensable: ceder al chantaje de Martin. O Simon se las ingenia para que su amiga Abby salga con Martin o este… le hablará a todo el mundo de los correos electrónicos. De los correos electrónicos que Simon, escondido tras un seudónimo, intercambia con un tal Bluegreen, que es el chico más divertido, desconcertante y adorable que Simon ha conocido nunca. Y es que Simon, pese a su afición al teatro, prefiere no exponer a los focos su identidad sexual… al menos de momento. Sin embargo, seguirle la corriente a Martin no será la solución a sus problemas, sino más bien el comienzo de un enorme embrollo. ¿Qué hará Martin si no consigue conquistar a Abby? ¿Cómo reaccionará Abby si se entera del chantaje? ¿Qué pensará Bluegreen de Simon si la intimidad de ambos queda comprometida? Y, la cuestión más importante: ¿Quién demonios es Bluegreen?
'Yo, Simon, Homo Sapiens' es un libro LGBT y la verdad, escuché y leí muy buenas reseñas de él, así que no dudé en leerlo. También, lo leí porque será adaptado a la pantalla grande.

Simón es un chico que va en la preparatoria y es gay, lo malo es que aún no sale del clóset. Simon acepta ser lo que es sin embargo, aún no ha querido salir del "clóset". La vida de Simon no había tenido complicaciones debido a su sexualidad porque nunca se había visto en la necesidad de esconderlo o decirlo, simplemente lo reservaba para él.

Un día, de la manera más inteligente (sarcasmo), usa una computadora pública y empieza a hablar con alguien (por medio de correos electrónicos) llamado Bluegreen y descubre que tiene pasatiempos y aficiones similares a las de él. Después de varios correos, Simon se da cuenta que siente algo especial por este chico.


Algo qué hay que hacer notar es que Blue va en la misma escuela que Simon, pero ninguno de los dos sabe quién es cada quien debido a que ambos usan seudónimos. A pesar de que ambos se llevan bastante bien han querido mantener así su relación para no estropearla porque ninguno ha salido del clóset y no están preparados. Aunque Simon se pregunta quién de todos podría ser Blue.

La historia se desarrolla cuando Martin, un chico de la escuela, descubre estos correos y chantajea a Simon con decirle a todos que él es gay. La condición que pone Martin para no revelar el secreto es que Simon tiene convencer a su amiga Abby de salir con Martín. Así que Simon tiene que ingeniárselas para evitar que Martín diga su secreto y descubrir quién es "Blue".

La historia es algo corta pero divertida, hay unos diálogos en dónde mencionan personajes de Harry Potter y me hizo reír muchísimo porque soy potterhead. La historia sí tiene un poco de cliché y puede ser predecible porque descubrí quién era Blue antes que Simon pero se disfruta.


La personalidad de Simon es agradable y me gustó porque a pesar de que tiene el problema del chantaje, no sientes como un ambiente pesado. La personalidad de Blue me gustó mucho y era muy bonito leer la correspondencia que tenía con Simon. Otra cosa que me agradó del libro fueron los personajes secundarios porque siento que complementaban increíblemente la historia.

Está es una historia muy completa, tiene misterio, amor y amistad. También tiene un toque de humor que hace que disfrutes cada una de sus páginas. El final fue perfecto y me gustó, es de esos que sacan tu lado fangirl y te hace querer más a esta pareja. Pero no quiero decirte mucho porque siento que sería spoiler.

Sé que es una reseña corta pero en realidad, la historia se te va como agua entre las manos. Intento no hacerte spoiler porque merece la pena que leas este libro y que te sorprendas y diviertas con él.


Reseña 'Enamorada de la apuesta' de Irán Flores

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Título: Enamorada de la apuesta
Autor: Irán Flores
ISBN: 9786074534269
Sello editorial: Sélector
Páginas: 289
Año de publicación: 2016
Calificación:

—Entonces, ¿haces la apuesta?
—¿De qué trata?
—Pues ya que tienes a todas las chicas a tus pies, excepto a tres, tienes que escoger a una —el chico sonrió—. Tienes que enamorarla y romperle el corazón.
—¿Quiénes son? La idea de enamorar a alguien que la odiaba para después romperle el corazón, le llamaba la atención.
—Jessica Morris, Jena Stan y Courtney Grant —lo señaló con el dedo—. Tienes cinco meses. Tick tock, tick tock, se te acaba el tiempo.
Nunca digas de esa agua no he de beber porque créeme que terminarás haciéndolo, antes de escribir mi opinión sobre esta historia quiero agradecerle a la Editorial Sélector por el ejemplar porque si no fuera por ellos, nunca lo hubiera tomado, o tal vez sí por la hermosa portada pero no lo hubiera comprado solo por ser de Wattpad.

Desafortunadamente, tenía la opinión de que en ese portal solo se subían historias vacías, mal escritas y con muchos clichés, sí hay muchas historias así pero 'Enamorada de la apuesta' es mucho más que eso, es una historia que me ha hecho recordar cuando tenía dieciséis años. 


'Enamorada de la apuesta' cuenta la historia de un chico llamado Matthew Smith, quien entra a una apuesta para enamorar a Courtney Grant y después de enamorarla tiene que romperle el corazón. ¿Qué pasa si no logra hacerlo? Matthew tendrá que perder algo valioso para él, su cabello.
Lo sé, lo sé, suena a una historia cliché y tal vez la trama por sí sola parezca vacía pero lo interesante son los personajes. Afortunadamente, Courtney no es la típica chica tonta y tiene una personalidad que me gustó mucho.

Matthew por su parte, me gustó aunque no fue mi personaje favorito y tal vez a muchas de las lectoras logró enamorarlas pero no a mí, tal vez es porque no soy adolescente.
Lo que más me gustó del libro es el final y aunque es una serie y estoy esperando para leer la segunda parte.


Es que el final es lo que hace que no sea un cliché toda la historia y es perfecto, es de esos finales que sientes que quedan perfectos y agradezcas que existan.

Algo qué hay que hacer notar es la hermosa edición del libro, está muy bonita y la portada es muy bella (los colores son muy muy bonitos), el libro tiene solapas y tiene algunos detalles de corazón en algunas partes.
Me llevé una grata sorpresa con este libro y definitivamente lo recomendaría para personas menores de dieciocho años, me divertí y en muchas ocasiones fangirlié con la historia.
He de ser sincera y siento un poco de envidia por la autora porque a pesar de ser muy joven, ¡tiene dieciséis años!, pudo tener su propio estilo y escribe mucho mejor de lo que yo algún día podré hacerlo. Me gustaría poder leer más historias escritas por Irán Flores.

¡Oh! Se me olvidaba, al final del libro hay una parte de algunos comentarios de algunas personas que han leído esta historia y lo que sintieron al hacerlo. Esta parte me gustó mucho porque siempre la opinión de un lector a otro es la mejor manera de conocer una historia.

En conclusión, me gustó más de lo que esperaba y ha hecho que mire con otra perspectiva las historias que suben en Wattpad. Afortunadamente, mi primer historia leída que nació ahí fue esta y gracias a ello le voy a dar oportunidades a las historias que la gente sube ahí.


¡Les recomiendo el libro si sufren algún tipo de bloqueo o si quieren algo corto, divertido, fácil y rápido de leer!


Ascendant: Shailene Woodley ya no estará en el final de la saga

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Shailene Woodley declaró un chat con la revista Vanity Fair que definitivamente no regresará para la siguiente etapa del proyecto de la saga Divergente, que como sabemos será el paso de la película a la Televisión.


Shailene comentó a la revista que sin importar cuál sea el curso que tome la continuación de la saga ella ya no formará parte de la franquicia. Situación que podría representar otro obstáculo para los productores de la película.

"Ascendant" que pondría fin a la saga y sería la continuación de los sucesos de Leal sufrió una serie de tropiezos en la planeación debido a la baja recaudación que tuvo Leal que contó con un presupuesto de 100 millones de dólares para su realización sin embargo sólo logró recaudar 179 millones a nivel mundial.

Los productores consideraron que la franquicia ya no resultaba rentable por lo que se ha rumorado que planean adaptar lo que resta de la historia para una serie televisiva. Esto explicaría el retraso del inicio de la producción y la salida de Woodley.

Triste noticia para el fandom. ¿Opiniones?

¡Henry Alberto escribió el guión de 'Aristóteles y Dante descubren los secretos del universo'

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En las últimas horas se han estado escuchando rumores sobre la adaptación al cine del libro "Aristóteles y Dante descubren los secretos del universo"escrito con Benjamin Alire Sáenz. Estos rumores se crearon después de un tweet que puso en su cuenta el cineasta Henry Alberto en dónde se puede ver una imagen con la portada del guión.


Sin embargo, hasta el momento no se puede decir con exactitud, ni afirmar que vaya a existir una película o serie.
La imagen que puso Henry Alberto fue más para dar a conocer que él va a participar en el taller de Latino Screenwriting Proyect con este guión durante tres días en el que va a recibir asesoría por parte de Sundance Lab. para mejorar la calidad de sus trabajos.
Latino Screenwriting Proyect tiene la misión de apoyar a los guionistas latinos para elevar la calidad de las historias que narran la vida latina en Estados Unidos. En este taller solo eligen a cuatro guionistas que durante tres días trabajan exhaustivamente en sus guiones para mejorarlos y perfeccionarlos, además de crear una red de apoyo.
Por lo tanto, seguiremos esperando que una casa productora de cine o de televisión quiera comprar la historia.
¿Les gustaría que fuera película o serie de televisión? Si es así, ¿quiénes serían los indicados para representar el papel de Aristóteles y Dante?


Lee We Can Be Mended, epílogo de la saga Divergente en inglés

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Atención iniciados, ya pueden leer de manera oficial en este blog el epílogo de la saga Divergente: We Can Be Mended. El epílogo está en inglés y está en proceso de traducción. A más tardar mañana ya lo tendremos completo en español. Mientras tanto, para los que saben inglés, aquí se los dejamos.



"The five-year reunion is coming up."

Christina leans against the railing of the train platform, first bent, propped up by her elbows, then straightening, pressing her hips to the railing for stability instead. Her hair is longer now than it's ever been, densely curled and standing straight out from her head. Sometimes she wears it wrapped up in a scarf, a colorful defiance of her Dauntless history, but today it's loose.

The words settle on me like a weight, familiar but still more than I'd like to bear.

"So I've heard," I say. Every year the former faction members who still live in Chicago reunite to celebrate--or mourn, maybe--our common history. I have gone to some of these events and not to others, but this year's is important.

Five years.

"You going?"

Christina tilts her head as she looks at me, then shrugs.

"I was thinking about it," she says. "It's in Dauntless headquarters. The former Dauntless headquarters, I should say."

I nod, looking out at the city lights that dot the buildings around us. Some of them show glimpses of other lives--a woman braiding her hair and laughing, a man picking up after his children, the glow of a flashlight under blankets as a child steals more time awake. A bus passes beneath us, carrying late commuter to the apartment buildings near the marsh. Behind me are the silent train tracks, the rails shining as they catch the moonlight.

"I know you go to headquarters every so often," she says, looking down at her hands. "Zeke told me."

Zeke. That traitor.

"Yeah, I go there. So what?"

She examines her fingernails. She's pretending to be casual. But she's never been very good at pretending. "What do you do there?"

"I don't remember agreeing to an interrogation," I say as lightly as I can. I don't want to awaken her prickly side too soon.

"You don't want to answer questions, just say so," she says. "But I think you should have figured out by now that if there's something you want to hide, it's probably also something you need to talk about."

I groan, teasing, but she's right. I know she's right.

Since she stopped me from swallowing the memory serum, I've trusted her in a way I don't trust anyone else. Someone who has seen you that weak and doesn't use it against you is worth that trust, I think. But it's still hard to admit another vulnerability to her, to even speak the words out loud.

"Fine," I say, drawing my shoulders in. "I go through my fear landscape there."

She stares at me. "What is with you and the fear landscape, Eaton? At first it was a quirk but now it's downright pathological."

"It's not that big a deal," I say. "It's... therapeutic."

"Four," she says. She pauses. "Tobias. It's not therapeutic if nothing ever changes, you know?"

"Who says my fears haven't changed?"

"Is she still there?" Her voice softens. And not in the way other people's voices soften when they talk to me about Tris-- the way that makes me want to snap that I'm fine, lay off, leave me alone. Christina's eyes go cloudy with loss, and grief, and I know that she understands.

"Yeah." My hand comes up automatically to run over my hair, cropped Abnegation short.

"Yeah, she's still there, of course she is."

"So you go back to see her," she says.

"No," I say. "No, that's not why."

"But that's part of it."

"It's . . . I"--I sigh. "It's not that I want to see her there--you think I like watching her die over and over again?" I bring my hand down, hard, on the railing. "I just keep wanting to see if she'll still be there. I'm just... waiting for the day when I'm... past it. When I've moved on."

She laughs a little. "You're not just going to spontaneously be past it."

"What about 'time heals'?"

"Time doesn't do shit." Christina sighs, and for a moment she stands on her tiptoes, pressing out over the railing like a Dauntless on a dare. But then she sinks back to her heels and looks at me sternly, and says, "The thing about moving on is, you have to move."

+

Christina is right. I do go back to Dauntless headquarters a lot, but never to the Pit below, only to the first-floor fear landscape room. My stores of the serum are running out. I only have a handful left--just a handful of chances to get over my fears before I'll stop knowing what I'm afraid of forever. I don't know why I find that, in itself, so frightening.

Maybe it's that I used to feel like I didn't know myself, and I don't want to feel that way again. I spent all my life that way, sagging beneath the weight of my Abnegation grays, and I don't want to go back. I don't want to rely on sparks of revelation to drive me forward. I want to know.

I have four fears, still. They are different than they were when Tris died, five years ago.

In the first, I fly high above the city in an airplane that has run out of fuel. I tumble toward the ground, with no chance of rescue.

In the second, I am immobile as a dark force--usually with David's face, or Marcus's--attacks the ones I care about.

In the third, I am in pain, and there is no relief, all I can do is endure.

In the fourth, she dies.

It makes no sense, to fear the worst when the worst has already happened. Death can't happen twice, after all.

It was me who told her that what she saw in the simulations wasn't her literal fear playing out in front of her--Well, are you really afraid of crows?--but something deeper, more symbolic. Still, it's difficult not to take my fourth fear exactly as it is, with her wide blue eyes staring up at me from the ground, their spark gone out.

+

I could wait for the train with the others, standing calmly on the platform as it slows to a stop, boarding, sitting in one of the freshly installed seats like a normal person. But it doesn't feel right to me, will never feel right to me again.

Instead, I take the long walk through the restored streets of Chicago, the city that refuses to die. It burned once, and they rebuilt it with brick. Then it was pelted with explosives and bullets, evacuated, and populated with five factions. Then it came apart again, and we are responsible for its fourth life. We are equal parts fringe--dwelllers, ex-faction members. Bureau dropouts, and migrants from other cities.

We no longer care about genetic purity, we say. Of all the places that claim such a thing, this is perhaps the place where it comes closest to being true. But I still remember the images of my genetic code that made me realize I was broken in some deep, fundamental way. I didn't, as some others did, tattoo it on my body. I only do that for things I want to be reminded of.

I leave the clean path, taking side streets instead. They are still as busted and broken as they used to be. Sagging concrete giving way to the pipes and vents that form the city's infrastructure, green things growing in the cracks in the road, waist high. The sun is setting and there are no lights here to flicker on and guide the way. I put my hands in my pockets and keep walking, trusting the fading light and my own memory to get me there.

I hear laughing up ahead. A familiar laugh--Zeke's.

He spots me from a long way off. His teeth are a flash of white in the dark.

"Four! Come over here!"

"Hey." I sidle up to him. Familiar faces materialize around me: Shauna, standing upright with the help of the spinal implant and leg braces; Christina in full Dauntless regalia, her hair wrapped up in a black cloth; and, standing tentatively at the edge of the group, Caleb Prior.

I no longer look at him and ask myself why he's alive when she isn't. There's really no point to that kind of question anyway. For the most part, he seems determined to avoid me, and that suits us both. He nods to me, and I nod back, and if we are both lucky, that will be the end of it.

"I was just complaining about this year's recruits for the peacekeeping force," Christina says.

"Again?" I ask.

"Same as every year," Shauna supplies.

"Apparently they're uncoordinated and rowdy."

"Rowdy recruits." I grin. "Yeah because you don't know anything about that, Chris."

"I may have been rowdy, but I was nowhere near this stupid," Christina says, jabbing me in the chest with a finger. I grab the finger and turn it around, trying to muscle her into poking herself. It's not as easy as I thought it would be.

"Plus," she says, freeing her hand from my grip with a smile, "this isn't nearly as difficult as Dauntless initiation; they don't know how good they have it."

"That's a good thing," Shauna reminds her. "We don't want people to know what it's like to grow up in a faction. You can't fault them for not knowing something we don't want them to know."

"I can fault them for whatever I want," Christina says with a sly smile.

We walk toward the Pire, which is lit up warm and bright all the way to its top floor.

"Who else are we meeting, again?" Zeke says.

"Cara's bringing Matthew, Nita can't come--"

"Cara?" I say. "I thought she was still in Phila--dels... burg."

"Philadelphia." Caleb corrects me in a low tone. Probably automatic for him, but I still give him a look.

I haven't seen Cara in over a year. She's been traveling, speaking to important people about the development she and Matthew have made in their laboratory. I didn't know she had returned.

We walk into the lobby with the floor made of glass. For a moment I stare through it, down at the Pit. The Pit used to be a place where I kept memories--bad ones, of corpses pulled out of the water below, and good ones, of laughing on the rocks with Zeke and Shauna. But now someone has scrubbed away the paint the Dauntless splattered everywhere, years ago, to cover up the cameras. And strings of glowing bulbs hand in straight lines along the paths to light them. It looks, for the first time . . . nice.

My chest aches dully. At least when this place was just for memories, it was mine. But now, like this? This bright, cheerful space is someone else's.

"Tobias!" Matthew claps me on the shoulder. He's holding a cup of something dark and strong; I can smell it from where I stand. But his eyes are clear where they rest on mine. "Haven't seen you in a while; heard you dropped out of the political game."

"Yeah, kind of," I say. "It wasn't exactly as I expected. As it turns out, you have to be charming to make it anywhere."

"Charming, and a bit of a liar," he says sympathetically. "You should talk to Cara about that; it's a source of endless frustration for her."

"Where is she, anyway?" I say.

But just as I'm finishing my question, I see a head emerge from the hatch in the floor that opens up to the Pit. Her hair has turned darker blond in time, and it is loose around her face. Her mouth curls into a smile at the sight of us.

She hugs me, briefly, and as her blouse pulls away from her shoulder, I see the corner of a tattoo. A broken double helix, a sign of her damage.

"Wasn't sure if I'd see you," she says.

"Wasn't sure if I'd come," I say. "How was Philadelphia?"

"You remembered the city name!" She smiles. "I knew you'd develop an interest in geography one day, now that there are maps available."

"I have to admit, I called it Philadelsburg," I say. "Caleb corrected me."

She snickers. "Philadelsburg was good. But did Matthew tell you our news?"

I shake my head.

"Of course he didn't." She eyes him.

"I was just about to," Matthew says.

"Sure," she replies. "Well, we're getting married, is the news."

"Congratulations," I say, and more because I know it's expected than because it's comfortable. I pull each of them into a one-armed embrace, in turn. "It's about time," I say as I pull away.

"About time for what?" Christina asks from somewhere behind me, and they move on to tell her.

I finally look around. The crowd gathered at the bottom of the Pit, near the edge of the chasm, is dense and multicolored, as I've never seen it before. And the people--old and young and everything in between, cradling cups to their chests and talking. My eyes still search for faction divisions even now, but I don't find any--even in myself, my shirt Candor white, my jeans Erudite blue, and my shoes Dauntless black.

We are just people now.

+

Parts of the dining hall--entire walls, even--are stripped of what I remember, but neatly. After we reclaimed the city from the Bureau, there was a wave of pillaging and theft, and pockets of iconoclasts urging everyone to burn anything faction related they could get their hands on. Not many of them made it to Dauntless headquarters, given that it's such a hazardous place, but I'm sure some of them did

Now the prevailing wisdoms is that certain things should be preserved. I am not sure how I feel about that anymore.

We sit around a table in the middle of the room. Conversations echo off the walls, rattling in my head. Zeke and Shauna bicker about something--who said what, when--but there is a curl to Zeke's mouth that means he's not taking it seriously. Matthew, Caleb, and Cara are deep in conversation. Christina sits backward in her chair to talk to her parents, who stand behind her.

Hands close over my shoulders and I tense, suppressing the urge to twist and grab and shove. You're not in danger, I think to myself. Not anymore.

"Sorry," my mother says, lifting her hands. "I should know better."

I turn to face Evelyn. She is carrying her age well, but still carrying it, in the lines around her eyes and mouth, and the widening streaks of gray in her hair. She lives in the city now, working in transportation--and she's qualified, thanks to years of tracking the city's trains with the factionless. I can tell it bores her, but it's steady enough.

"I haven't seen you in a while," she says. "Been feeling all right?"

"Yeah."

She gives me a dubious look. But I have been all right, really. It's just been difficult for me to be around people, and I'm not sure how to explain that to her.

"It just doesn't feel right, being here," I say. "Everything's so clean. Like a museum."

Which is what it is now. The Dauntless compound restoration was completed a few months ago, and the city offered tours to travelers to teach them about the faction experiment, its results, and its aftermath. It is an attempt, I suspect, to combat such a narrow focus on genetic purity. It will take at least a few generations to see any kind of change, but we are hopeful. Or, I should say, they are hopeful, since I'm not doing my old work anymore.

I spot Johanna over my mother's shoulder, a mug of something cradled against her chest. She is still in elected office, overseeing our city. She has the stomach for it, and I don't. Whenever she called on me to speak to people from outside the city, I went cold at the first sign of their judgement, their scrutiny. That's not the way to get things done, she told me, and I agreed, but I couldn't escaped the person I was. Am.

So now my focus is smaller. Fix the streets, the streetlights, the buildings. Settle refugees from other places into permanent housing, make sure they have heat and clean water. Simple things.

Johanna feels my eyes on her, and she turns, showing me the scarred side of her face, exposed now that she wears her hair short. She smiles a little, and I nod back.

"Johanna told me you're working on city improvement projects," Evelyn says.

"I am," I say.

"That's a very Abnegation career path," Evelyn says. "Are you sure it's what you want?"

"Abnegation was what you didn't want," I say. "Not me."

MY mother touches my face.

"You know I want what's best for you, right?" she says. It's a strange thing to say.

"Of course." It's not something I could have said years ago, but I believe it now.

"Then do you know that Tris would want what's best for you?" Her mouth tugs into a frown.

My gut clenches, like a rope pulling taut. I'm tired of people telling me meaningless things and pretending they're what she wanted.

"You didn't know her. You can't say that."

She takes her hand away. "I never say the right things with you , do I."

She says it like it's my fault.

"That's the problem," I say. "You think there's a right thing to say. There isn't."

It's to her credit that she doesn't snap back right away. A couple years ago, she might have. She was always ready to fight then, but now she thinks about my words. I watch her chew on them.

"Fair," she says, which is always what she says when she decides I'm right. "But you're very hard on me sometimes."


I sigh. "Fair."

I glance at Christina, who is speaking in low tones to her father, her brow furrowed. At least I'm not the only one who still fights with his parents.

I stand, my appetite lost to the strangeness of this once-familiar place. I let Evelyn draw me into a hug, and I even hug her back, no longer willing to separate from anyone I care about with tension still between us. People are too easily lost.

I tell I'm going for a walk, and I leave the dining hall to walk along the railing that once kept us separate from the rushing water of the chasm. Now it just keeps us from tumbling into the rocks. I miss the spray of the water and the sound of its roar. But there is one benefit to the quiet, I suppose--I hear Christina when she calls after me.

"Evelyn strikes again?" she asks me, jogging to catch up.

"I watched this old footage of fighting moose," I say. "Two stubborn, horned things just colliding over and over again. That's what Evelyn and I are."

"You're still watching the animal videos." She laughs. "What are you on now? Worms? Snails?"

"Birds," I say. "Did you know that albatrosses always crash-land? They're too big to land gracefully, so they just collide with the ground.'

"I feel like you just dislodged something useful form my brain and replaced it with a fact about a bird I'll probably never see, " she says. "Come one. There's a place I want to visit."

"If you're about to take me to the transfer dormitory, I'm not coming."

She shudders. "Yeah, because all I want is to go back to the place where I watched a guy lose an eye. No. Somewhere else."

I follow without asking where.

+

We walk the long, dark corridor toward the net side by side. Sometimes our knuckles brush as our arms swing in opposite directions, and I would normally twitch away, but this time, I don't.

We stand together in front of the platform where I once stood to ease Dauntless initiates into their new lives. I remember stretching my hand out for Tris's small, pale one, clasping my thumb around hers, drawing her to stability. I thing of her bright eyes, wild with adrenaline. Little, twitchy Stiff, Eric used to call her.

I was too busy announcing her name to the other Dauntless to help Christina out of the net. But for the first time in a long time, when I go over that memory in my mind, I think of Christina, too.

"You screamed all the way down," I say to her, and she laughs.

"Hell yes, I screamed all the way down," she says. "I jumped off a building. You realize how ridiculous that is?"

"I do." I smile a little. "I wasn't even close to the first jumper, you know. I'm terrified of heights."

"Heights." She nods and takes the stair railing in hand, climbing up to the platform. "What else, if you don't mind me asking? I mean, back then, now."

I follow her up the steps. "Enclosed spaces. Becoming a monster. My father."

The press of her mouth is grim. "Well, you know all mine, thanks to initiation."

I hoist myself over the metal pipe that holds the net steady, and roll, ungainly, toward the middle of the net. She does the same, and tumbles right into me, kneeing me in the back. I groan, and she laughs an apology, clambering to the middle.

We lie side by side, staring up at the sky. It's too bright in the city now to see many stars, but the sky itself is a nice, deep blue, and the moon is bright, a slim crescent. The buildings that hem in the hole we're looking through stand like sentries at the edges of my vision.

"Everybody's moved on with their lies," she says. "You know I head Zeke and Shauna talking about when they're going to try for a kid? Cara and Matthew are getting married, Caleb's got some insane project that he may as well be married to... and I'm still training the stupid security force."


"You don't like it?"

"I like it," she says. "I just feel like I'm not headed anywhere."

"Yeah," I say, and I'm surprised by how much I understand what she's saying. "Me too, actually."

"Thought you might," she says. "That's what my dad and I were arguing about. he wants me to leave the city. Travel. I don't think he understands how different it is out there for us, how strange it all feels. He doesn't want to leave, so why should I?"

"He's probably just worried about you," I say. "Worried you're not meeting your potential, or something."

"That what Evelyn was saying to you?"

"Sort of." I grimace. "She said something like 'This isn't what Tris would want for you.'"

Christina groans. Loudly.

"Like she would know," she says, and I laugh, because it's just so perfect, that we would say the same thing about my mother. I've talked to Christina enough about her, told her the whole story of how she ran from Abnegation and left me to my father, then returned to my life after I chose Dauntless. Christina's response was swearing, spitting rage.

"I don't thing I know what she would have wanted for me," I say when my laughter has settled.

"You want to know what I think?" Christina says, and our eyes meet as we both look sideways at each other. In this light, her eyes are so dark they look black, and their is something peaceful about them.

I nod.

"I think she wanted you to be with her," Christina says. "Tris wanted to live, and she wanted you, and she wanted something better for everybody. If Tris was here, she'd want you, but she's not, and that's just how it is."

"You're saying it doesn't matter what she would have wanted?" I say, something tensing inside me. I ask it like it's a demand.

"I'm saying she's not here to want things. I mean, maybe she's nowhere, or maybe she's... somewhere else, and if that's true, I don't really see Tris as the type to spend all her time staring down at us wistfully wanting good things for us," Christina says, unflinching. She sits up and stared down at me. "How old were you, when you were together?"

"Eighteen," I say.

She repeats it, slowly. "Eighteen." She shakes her head and looks up at the silvered moon. "Eighteen is too young to think you can't ever have anything else that's good, Tobias. Too young not to mess everything up over and over again, or ...heal. It's too young, and you're too..." She trails off. "You're too good to not live your own life."

She huffs, and lies down again. Our shoulders are touching. Our arms are touching. I close my eyes.

Those bright blue eyes are there, staring at me from my memory. Tell him I didn't want to leave him, was the message Tris told Caleb to pass on to me. Her last words to me: that she didn't want to go. And I know Christina is right--there is no easy answer here, no "what she would have wanted," because I know what she wanted, and neither of us got it. The "would have" is irrelevant.

She loved me. I loved her. And she died but I didn't. I didn't.1a

"Sorry," Christina says. "I made a speech didn't I."

"You made a speech," I say. "Don't be sorry about it, though."


Christina's fingers move, her index and middle fingers hooking around mine. Her grip is strong and warm. Her dark skin, unblemished, contrasts with mine.

"This okay?" she asks without looking at me.

"Yeah," I say, ignoring the spark of something that goes off inside me. I keep my eyes closed.

+

"Come to training tomorrow, would you? It'll be fun. I promise."

That's what Christina said when I walked her home yesterday. We climbed out of the net, chilled by the night air and went to the train tracks to get on with some of the other. We waited until the train stopped, walked in calmly, and hung on to the railings for balance instead of sitting down because who sits on a train?

I told her I didn't want to teach soldiers anymore, and she told me it would just be this once, for old times's sake. Her eyes were steady on mine, and she was close and smelled like sage, and a small curl had escaped the cloth she had tied around her hair and hung right over her cheekbone. I didn't hug her good-bye. It felt dangerous, somehow.

But here I am anyway, sighing as I wait at the door for my own courage to show up. Finally i decide it will come along if I do something, so I open the door and walk in. The air smells like sweat and shoes and sawdust. The security force trains in one of the factionless warehouses, but the floor is covered with mats and some kind of springy material, and there are lights everywhere.

Christina is demonstrating a maneuver on one of the rowdy newcomers, as she called them. She tells him to push her, then shifts to the side, grasping his arm right under the armpit and moving so he's forced to his knees. She's grown into herself since the last time I saw her do anything like this and moves with a little more grace, a lot more certainty.

She looks up and sees me and smiles.1a

I wrap my hands and warm up on one of the heavy bags, until I feel sweat between my shoulders. It feels good, easy. So when she taps my shoulder and asks me to walk around correct technique, I say yes.

It's like lowering myself into a stream. The water takes me, and I am a Dauntless instructor again, rolling my eyes when someone forgets to keep their guard up or to look before elbowing the pad so they elbow their partner's arm instead. Look, I tell them, and get smaller.

Be ready, and act ready, she says to them, and I nod.

"He was my teacher once, you know," Christina says to one of the smaller girls. "And if you think I'm tough on you, you don't know how bad it can get."

"Candor-smart mouth," I say.

"That's right," she replies.

Then the session is done and the trainees leave, so it's just her and me, stretching and sipping water from the same bottle.

"You talked about them like they were little tornadoes," I say. "They're not so bad. I think you just wanted pity."

"You caught them on a good day," she says.

"'Poor me, I'm Christina, I have to actually teach people things,'" I say, mimicking her. "Talk to me after you've tried to wrangle volunteers at the crack of dawn."

"Oh, shut up." She smacks me with a sweaty hand wrap.

"That was wet," I say to her.

Her eyes are bright with laughter. She gathers the wrap into her fist and shoves it into my cheek. I smack her hand away, and she grabs mine, and then we're close together, sharing, and air, hands clasped, our knees touching, both smiling.

Her smile fades. Our hands come apart. But instead of shifting away, I touch her jaw, run my thumb over her cheek. Her skin is dotted with sweat, and my hand is still wrapped in black fabric, but I feel--everything.

"This isn't some kind of ...experiment, is it? she says. "To see if you've moved on?"

"What? No, it's ...'m--I'm just ...finally moving," I say.

"Oh," she replies.

I touch my lips to hers. It's quick, a scared little peck, and I don't think she breathes the whole time. I know I don't.

"This okay?" I say.

She puts a hand over my wrist, pulls me toward her, and smiles. Our foreheads touch.

"Yeah," she says. "It is."

This time, when our lips meet, it's soft and slow. It tastes salty. Her fingers hook in my shirt. And she pins me to the mat.

+

We fight all the time. Over whose turn it is to wash the dishes, and who gets to name Zeke and Shauna's kid--neither of us, it turns out--and how wrapped up I get in the city improvement projects, and how grouchy she is when she comes back from work some days.

I still dream of Tris, sometimes. Even dream of her dying. I tell Christina about it, and she doesn't take it personally, mostly, unless she's tired or worried about something. My stash of fear landscape serum goes untouched for so long that I end up giving it to Cara to play with.

We talk about Will, and Tris, and the lives we took, and how afraid we are, sometimes, when someone startles us, or looks too much like Jeanine of Marcus or Max. I wake in the middle of the night to her crying as she remembers pulling Hector over the edge of the roof only to realize Marlene was broken on the ground. She wakes to worse from me.

We laugh all the time. Sometimes just because of a look, or a word. She speaks in strange voices, mimicking me, or her coworkers, or the birds we watch videos of in my apartment. She makes me laugh until I'm weak with it, relaxed against the couch cushions with my hands curled in, useless.

She is the first one I tell when something goes well, or when something goes poorly. Or when something goes, period.

She tells me, once, that she keeps a vial of memory serum in her bathroom cabinet, to remind her of what she almost lost, when I almost lost myself.

We work, and dream. We fight, and we laugh, and we fall in love. We move.

And we mend.


¿Les gustó el cierre que V. Roth le da a la saga? Esperamos sus comentarios...

Lee Después del final, epílogo de la saga Divergente en español (EXCLUSIVA)

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Atención iniciados, ya pueden leer de manera oficial en este blog el epílogo de la saga Divergente: Después del final. El epílogo fue traducido por Divergente México al español. Aquí se los dejamos, esperamos sus comentarios al final.




Queridos lectores:
Siempre he dicho que la serie Divergente estaba completa, pero hace un tiempo me di cuenta que todavía existía algo de la historia que había dejado sin contar.

Así que escribí algo para mí, sobre lo que Tobías había estado haciendo en los años posteriores a Leal. Ahora estoy emocionada de tener finalmente la oportunidad de compartir con ustedes el epílogo de la serie Divergente: Después del final.

-V


—Se acerca la reunión de cinco años.

Christina se inclina contra la barandilla de la plataforma del tren, primero inclinándose, apoyada por los codos, luego enderezándose, presionando sus caderas hacia la barandilla para mantener el equilibrio. Su cabello es más largo de lo que nunca ha sido, densamente rizado y lacio en la parte superior de la cabeza. A veces lo lleva envuelto en una bufanda, un colorido desafío de su historia en Osadía, pero hoy está suelto.

Las palabras ponen en mí un peso familiar pero aún más de lo que me gustaría soportar.

—Es lo que he oído —le respondo. Cada año los antiguos miembros de las facciones, los que todavía viven en Chicago, se reúnen para celebrar, o tal vez para llorar, nuestra historia. He ido a algunos de estos eventos y a otros no, pero este año es importante.

Cinco años.

—¿Irás?

Christina inclina la cabeza mientras me mira, luego se encoge de hombros.

—Estaba pensando en eso —me dice —Es en la sede de Osadía, la antigua sede de Osadía debería de decir.

Asiento mientras miro las luces de la ciudad que salpican los edificios que nos rodean. Algunos de ellos muestran reflejos de otras vidas, una mujer trenzando su cabello y riendo, un hombre que carga a sus hijos, el resplandor de una linterna bajo las mantas mientras un niño roba más tiempo despierto.

Un autobús pasa debajo de nosotros, llevando el viajero tardío a los edificios de apartamentos cerca del pantano. Detrás de mí están las silenciosas vías del tren, los carriles brillan a la luz de la luna.

—Sé que vas a la sede de Osadía de vez en cuando— dice ella mirando sus manos. —Zeke me lo dijo.

Zeke. Ese traidor.

—Sí, voy allí. ¿Y qué?

Ella examina sus uñas, está fingiendo ser casual pero nunca ha sido muy buena fingiendo. —¿Qué haces ahí?

—No recuerdo haber acordado un interrogatorio —digo lo más tranquilo que puedo. No quiero despertar su lado quisquilloso tan pronto.

—Si no quieres responder a las preguntas solo dilo —dice. —Pero creo que ya deberías de haber descubierto que si hay algo que quieras esconder, probablemente sea algo de lo que tengas que hablar.

Gimo, bromeando pero tiene razón. Sé que ella tiene razón.

Desde que me detuvo de tomar el suero de la memoria, he confiado en ella de una manera en la que no confío en nadie más. Alguien que te ha visto débil y no lo usa contra ti, vale la pena tener ese tipo de confianza, creo. Pero todavía es difícil admitir otra vulnerabilidad ante ella, incluso decir las palabras en voz alta.

—Bien —digo doblando mis hombros hacia adentro. —Paso a través de mi paisaje del miedo.

Me mira fijamente. —¿Qué es lo que tienes con el paisaje del miedo, Eaton? Al principio fue un capricho, pero ahora es francamente patológico.

—No es tan importante —le digo.—Es... terapéutico.

—Cuatro —dice ella y hace una pausa. —Tobias, sabes, no es terapéutico si nada cambia.

—¿Quién dice que mis miedos no han cambiado?

—¿Aún está allí? —Su voz se suaviza pero no en la forma en que las voces de otras personas se suavizan cuando me hablan de Tris, es la forma en la que me da ganas de decir que estoy bien, despedirme, quedarme solo. Los ojos de Christina se nublan por la pérdida y el dolor, y sé que ella entiende.

—Sí —mi mano sube automáticamente por encima de mi cabello, cortado al estilo de Abnegación. —Sí, todavía está allí, por supuesto que sí.

—Así que vuelves a verla —dice.

—No —le digo. —No, no es por eso.

—Pero eso es parte de eso.

—Es... mmm... —suspiro. —No es que quiera verla allí... ¿Crees que me gusta verla morir una y otra vez? —bajo mi mano con fuerza sobre la barandilla. —Sólo sigo queriendo ver si ella seguirá allí, solo... estoy esperando el día en el que haya... pasado, cuando haya seguido adelante.

Se ríe un poco. —No vas a estar espontáneamente en el pasado.

—¿Y qué hay sobre que el tiempo lo cura todo?

—El tiempo no hace ni mierda —Christina suspira, y por un momento se pone de puntillas sobre la barandilla como se atrevería a hacerlo un Osado. Pero entonces ella se hunde de nuevo en sus talones y me mira con severidad, y dice —lo que pasar para seguir adelante es que tienes que moverte.

+

Christina tiene razón. Voy mucho a la sede de Osadía, pero nunca al piso de abajo, solo a la sala del paisaje del miedo en el primer piso. Mis reservas de suero se están acabando. Solo tengo un siniestro puñado, solo un puñado de posibilidades para superar mis miedos antes de dejar de saber para siempre a lo que le tengo miedo. No sé por qué lo encuentro, en sí mismo, tan aterrador.

Tal vez es que solía sentir que no me conocía a mí mismo, y no quiero sentirme de esa manera otra vez. Pasé toda mi vida de esa manera, estando bajo el peso del gris de Abnegación, y no quiero volver. No quiero confiar en chispas de revelación para impulsarme hacia adelante. Quiero saber.

Todavía tengo cuatro miedos. Son diferentes de lo que eran cuando murió Tris, hace cinco años.

En el primero, vuelo alto por encima de la ciudad en un avión que se ha quedado sin combustible. Y caigo hacia el suelo, sin posibilidad de rescate.

En el segundo, estoy inmóvil cuando una fuerza oscura —normalmente con el rostro de David o Marcus— ataca a los que me importan.

El tercero, siento dolor y no hay alivio, todo lo que puedo hacer es soportar.

En el cuarto, ella muere.

No tiene sentido temer lo peor cuando lo peor ya ha pasado. La muerte no puede suceder dos veces, después de todo.

Fui yo quien le dije que lo que veía en las simulaciones no era su miedo literalmente enfrente de ella. Bueno, ¿Realmente le tienes miedo a los cuervos? Es algo más profundo, más simbólico. Sin embargo, es difícil no tomar mi cuarto miedo exactamente como es, con sus anchos ojos azules mirando hacia mí desde el suelo, su chispa se apagó.

+

Podría esperar el tren con los demás, de pie y con calma en la plataforma, esperando a que se detenga en una parada, sentado en uno de los asientos recién instalados como una persona normal. Pero no se siente bien para mí, nunca se sentirá bien otra vez.

En su lugar, tomo el largo paseo por las calles restauradas de Chicago, la ciudad que se niega a morir. Se quemó una vez, y lo reconstruyeron con ladrillo. Luego fue bombardeada con explosivos y balas, evacuada y poblada con cinco facciones. Entonces se separó otra vez, y somos responsables de su cuarta vida. Somos partes iguales de Abandonados y ex miembros de las facciones. Los desertores del departamento de Bienestar Genético y los migrantes de otras ciudades.

Decimos que ya no nos importa la pureza genética. De todos los lugares que reclaman tal cosa, este es quizás el lugar donde se acerca más a ser verdad. Pero aún recuerdo las imágenes de mi código genético que me hicieron darme cuenta de que estaba roto de alguna manera profunda y fundamental. No lo hice, como algunos otros lo hicieron, tatuándolo en mi cuerpo. Yo sólo hago eso por las cosas que quiero que recordar.

Dejo el camino limpio, tomando calles laterales en su lugar. Todavía están tan destrozadas y rotas como solían ser. Hormigón cayendo dando paso a las tuberías y respiraderos que forman la infraestructura de la ciudad, las cosas verdes que crecen en las grietas de la carretera, llegando arriba de la cintura. El sol se está poniendo y no hay luces aquí para parpadear y guiar el camino. Pongo mis manos en mis bolsillos y sigo caminando, confiando en la luz que se desvanece y en mi propia memoria para llegar allí.

Oigo una risa adelante, la risa familiar de Zeke.

Me observa desde lejos. Sus dientes son un destello de blanco en la oscuridad.

—¡Cuatro, ven aquí!

Lo saludo y me inclino hacia él. Las caras familiares se materializan a mi alrededor: Shauna, de pie en posición vertical con la ayuda del implante espinal y de apoyo para las piernas; Christina como toda una completa Osada, su cabello envuelto en un paño negro y tímidamente al borde del grupo, Caleb Prior.

No lo miro y me pregunto por qué está vivo cuando ella no. De todos modos, no es momento para ese tipo de preguntas. En su mayor parte, parece decidido a evitarme, y eso nos conviene a ambos. Él asiente a mí, y yo asiento de nuevo, y si ambos somos afortunados, ese será el final.

—Simplemente me quejaba de los reclutas de este año para la fuerza de mantenimiento de la paz —dice Christina.

—¿De nuevo? —pregunto.

—Es lo mismo cada año —Shauna responde.

—Al parecer no están coordinados y son ruidosos.

—Reclutas ruidosos—sonrío— sí, como si tú no supieras nada de eso, Chris.

—Puede que yo haya sido ruidosa, pero nunca fui tan estúpida —dice Christina, golpeándome en el pecho con un dedo—. Le agarro el dedo y doy la vuelta, intentando empujarla. No es tan fácil como pensé que sería.

—Además —dice, liberando su mano de mí con una sonrisa —esto no es tan difícil como la Iniciación de Osadía, no saben lo bueno que lo tienen.

—Eso es bueno —le recuerda Shauna—. No queremos que la gente sepa lo que es crecer en una facción, no se les puede culpar por no saber algo que no queremos que ellos sepan.

—Puedo culparlos por lo que quiera —dice Christina con una sonrisa astuta.

Caminamos hacia La Fosa, que está iluminada cálida y brillante todo el camino hasta el piso superior.

—¿Con quien más nos quedamos de ver, esta vez? —dice Zeke.

—Cara trae a Matthew, Nita no puede venir...

—¿Cara?—pregunto. —Pensé que aún estaba en Fila... dels... burg.

—Filadelfia —Caleb me corrige en voz baja, probablemente de manera automática para él sin embargo, me le quedo viendo.

No he visto a Cara en más de un año. Ha estado viajando, hablando con personas importantes sobre el desarrollo que ella y Matthew han hecho en su laboratorio. No sabía que había vuelto.

Entramos en el vestíbulo con el piso hecho de vidrio. Por un momento miro fijamente, hacia abajo, en el Abismo. El Abismo solía ser un lugar donde guardaba recuerdos, malos, de cadáveres sacados del agua y buenos, de reírse en las rocas con Zeke y Shauna. Pero ahora alguien ha borrado la pintura que los Osados salpicaron por todas partes, hace años, para cubrir las cámaras. Y ha puesto cadenas de bombillas brillantes en línea recta a lo largo de los caminos para iluminarlos. Parece, por primera vez... bonito.

Me duele el pecho. Al menos cuando recuerdo este lugar, era mío. ¿Pero ahora? Este espacio brillante y alegre es de otra persona.

—¡Tobias! —Matthew me golpea en el hombro. Él está sosteniendo una taza de algo oscuro y fuerte, puedo olerlo desde donde estoy. Sus ojos se clavan en los míos. —No te he visto en un tiempo, he oído que dejaste el juego de la política.

—Sí, algo así —le respondo—. No fue exactamente lo que esperaba. Es decir, tengo que ser encantador en todo momento.

—Encantador y un poco mentiroso —dice con simpatía. —Deberías hablar con Cara sobre eso, es una fuente de frustración interminable para ella.

—¿Dónde está? —le pregunto.

Pero justo cuando estoy terminando mi pregunta, veo una cabeza emerger de la escotilla en el piso que se abre al Abismo. Su cabello se ha vuelto de color rubio más oscuro con el tiempo, lo tiene alrededor de su cara. Su boca se encrespa en una sonrisa al vernos.

Ella me abraza brevemente, y cuando su blusa se aleja de su hombro, veo la esquina de un tatuaje. Una doble hélice rota, una señal de que era de los dañados.

—No estaba segura de si te vería —me dice.

—No estaba seguro sobre si iba a venir o no —le digo. —¿Cómo estuvo Filadelfia?

—¡Recuerdas el nombre de la ciudad!—ella sonríe. —Sabía que un día te interesaría la geografía, ahora hay mapas disponibles.

—Tengo que admitirlo, lo llamé Philadelsburg —digo. —Caleb me corrigió.

Ella se ríe.

—Philadelsburg fue bueno, pero ¿te contó Matthew las noticias?

Niego con la cabeza.

—Por supuesto que no— ella lo mira.

—¡Estaba apunto de hacerlo!—dice Matthew.

—Claro —ella responde. —Bueno, nos vamos a casar, esas son las noticias.

—Felicidades— digo, y más porque sé que espera y porque es cómodo. Cada uno de ellos se abraza con un solo brazo. —Ya es hora—digo mientras me alejo.

—¿Ya es hora para qué?—pregunta Christina desde algún lugar detrás de mí.

Finalmente miro alrededor. La multitud reunida en el fondo de la Fosa, cerca del borde del Abismo, es densa y multicolor, como nunca antes lo había visto. Y la gente, vieja y joven, acuñan tazas a sus pechos y hablan. Mis ojos todavía buscan divisiones de facciones incluso ahora, pero no encuentro ninguna, ni siquiera en mí, mi camisa es blanca de Verdad, mis pantalones vaqueros azules de Erudición y mis zapatos son negros de Osadía.

Ahora somos personas.

+

Partes del comedor, incluso paredes enteras, están despojadas de lo que recuerdo, pero ordenadamente. Después de recuperar la ciudad del Departamento, hubo una ola de saqueos y robo, y algunos grupos incitaron a todos a quemar cualquier cosa relacionada con las facciones cualquiera que pudieran tener a su alcance. No llegaron muchos al complejo de Osadía, dado a que es un lugar peligroso pero estoy seguro de que otros sí lo hicieron.

Ahora se cree que algunas cosas deben de ser preservadas. No estoy muy seguro de como sentirme con eso.

Nos sentamos alrededor de una mesa en medio de la habitación. Las conversaciones hacen eco en las paredes, haciendo ruido en mi cabeza. Zeke y Shauna se pelean por algo, quién dijo qué y cuándo, pero hay un sonrisa en la boca de Zeke que significa que no lo toma en serio. Matthew, Caleb y Cara están conversando profundamente. Christina se sienta hacia atrás en su silla para hablar con sus padres, que están detrás de ella.

Unas manos se cierran sobre mis hombros y me pongo tenso, suprimo la necesidad de girar, agarrar y empujar. No estoy en peligro, me digo a mí mismo. Ya no.

—Lo siento— dice mi madre, quitando las manos. —Debo hacerlo mejor.

Me volteo hacia Evelyn. Se ve bien para su edad, pero se le nota en las líneas alrededor de sus ojos y boca, y en las rayas grises que se ensanchan en su cabello. Vive en la ciudad ahora, trabajando en el transporte, está calificada para el puesto, gracias a muchos años de seguimiento de los trenes de la ciudad con los Abandonados. Puedo decir que le aburre, pero es bastante eficiente.

—Hace tiempo que no te veo —dice. —¿Te has sentido bien?

—Sí.

Ella me mira dudosa pero, en realidad, estoy bien. Simplemente ha sido difícil para mí estar cerca de la gente y no estoy seguro de cómo explicárselo.

—Simplemente no me siento bien al estar aquí. Todo está tan limpio, como en un museo—le digo.

Exactamente lo que es ahora. La restauración del complejo de Osadía se completó hace unos meses y la ciudad ofreció tours a los viajeros para enseñarles sobre el experimento de las facciones, sus resultados y sus secuelas. Es un intento, sospecho, de combatir un enfoque tan estrecho sobre la pureza genética. Tomará por lo menos algunas generaciones para ver cualquier tipo de cambio, pero estamos esperanzados. O, debería decir, están esperanzados, ya que ya no estoy haciendo mi viejo trabajo.

Miro a Johanna por encima del hombro de mi madre, alzando una taza de algo contra su pecho. Ella todavía está en la oficina elegida, supervisando nuestra ciudad. Tiene las agallas y yo no. Siempre me llamaba para hablar con gente de fuera de la ciudad y me enfadé al primer indicio de su juicio, de su escrutinio. Esa no es la manera de hacer las cosas, me dijo, y yo estuve de acuerdo, pero no pude escapar de la persona que era. Que yo soy.

Así que ahora mi enfoque es más pequeño. Arreglé las calles, los faroles, los edificios. Coloqué a los refugiados de otros lugares en viviendas permanentes, asegurándome de que tienen calor y agua limpia. Cosas simples.

Johanna siente mis ojos en ella, y ella se vuelve, mostrándome el lado cicatrizado de su cara, expuesto ahora que ella lleva el pelo corto. Ella sonríe un poco, y yo asiento de nuevo.

—Johanna me dijo que estás trabajando en proyectos de mejora de la ciudad —me dice Evelyn.

—Lo estoy—le digo.

—Ese es un trabajo de Abnegación—dice Evelyn.—¿Estás seguro de que eso es lo que quieres?

—La abnegación era lo que tú no querías, no lo que yo no quería—le digo.

Mi madre toca mi cara.

—Sabes que quiero lo mejor para ti, ¿verdad?— me dice. Es algo extraño que pensar.

—Por supuesto.—No es algo que podría haber dicho hace años, pero lo creo ahora.

—¿Entonces sabes que Tris querría lo mejor para ti?—su boca se tuerce en una mueca.

Mi intestino se aprieta como si fuera una cuerda y la jalaran fuerte. Estoy cansado de que la gente me diga cosas sin sentido y fingir que son las que ella quería.

—No la conocías, no puedes decir eso.

Ella le quita la mano. 

—Nunca digo las cosas correctas contigo, ¿verdad?

Lo dice como si fuera mi culpa.

—Ese es el problema, crees que hay algo correcto que decir cuando no lo hay —le respondo.

Hay que darle su crédito por no querer discutir eso. Hace un par de años, podría haberlo hecho. Siempre estaba dispuesta a pelear, pero ahora piensa en mis palabras. Veo cómo las mastica.

—Bien —dice ella, lo mismo que dice siempre cuando decide que tengo razón. —Pero a veces, eres muy duro conmigo.

—Está bien— suspiro.

Miro a Christina, que está hablando en voz baja con su padre, y está frunciendo el ceño. Al menos no soy el único que todavía lucha con sus padres.

Me pongo de pie, he perdido el apetito ante la extrañeza de este lugar, una vez fue familiar. Dejé que Evelyn me diera en un abrazo, e incluso la abracé, ya no estoy dispuesto a separarme de nadie aunque me preocupa la tensión que hay aún entre nosotros. La gente se pierde demasiado fácilmente.

Digo que voy a dar un paseo, y salgo del comedor para caminar a lo largo de la barandilla que una vez nos mantuvo separados del agua corriendo en el Abismo. Ahora solo nos impide caer en las rocas. Echo de menos el rocío del agua y el sonido de su rugido. Pero hay un beneficio en la tranquilidad, supongo... oigo a Christina cuando me llama.

—¿Evelyn te atacó de nuevo?—Me pregunta mientras intenta alcanzarme.

—Yo me sentí en esa vieja película de alces luchadores— le digo.—Dos cosas tercas, de cuernos que chocan una y otra vez, eso es lo que Evelyn y yo somos.

—¿Todavía estás viendo los videos de los animales?—Ella ríe.—¿En qué estás ahora, gusanos, caracoles?

—Pájaros—respondo. —¿Sabías que los albatros siempre se estrellan en la tierra? Son demasiado grandes para aterrizar con gracia, por lo que sólo chocan con el suelo.

—Siento que has desprendido algo útil de mi cerebro y fue remplazado con un hecho sobre un pájaro que probablemente nunca veré—dice ella. —Hay un lugar que quiero visitar. 

—Si estás a punto de llevar al dormitorio de los transferidos, no voy a ir.

Ella se estremece.

—Claro, porque todo lo que quiero es volver al lugar en donde vi a un hombre perder un ojo. No, vamos a otro lugar.

La sigo sin preguntar a dónde.

+

Caminamos por el largo y oscuro corredor hacia la red, lado a lado. A veces nuestros nudillos se chocan cuando nuestros brazos oscilan en direcciones opuestas, normalmente me separaría pero, esta vez, no lo hago.

Estamos frente a la plataforma donde una vez me puse a ayudar a los iniciados de Osadía para iniciar sus nuevas vidas. Recuerdo que extendí mi mano hacia la pequeña y pálida mano de Tris, apretando mi pulgar alrededor del suyo, atrayéndola hacia la estabilidad. Pienso en sus ojos brillantes, llenos de adrenalina. La pequeña, la Estirada así como Eric solía llamarla.

Estaba demasiado ocupado anunciando su nombre a los otros de Osadía como para ayudar a Christina a salir de la red. Pero por primera vez en mucho tiempo, cuando repaso ese recuerdo en mi mente, también pienso en Christina.

—Gritaste todo el tiempo— le digo y ella ríe.

—Demonios, sí, grité todo el camino. Salté de un edificio, ¿te das cuenta de lo ridículo qué es eso?

—Lo hago—sonrío un poco. —Ni si quiera estaba cerca del primer saltador, ya sabes, me aterrorizan las alturas.

—Alturas—ella asiente y toma la escalera con la mano, sube a la plataforma.—¿Qué más, si no te importa que te lo pregunte?

La sigo por las escaleras.

—Los espacios cerrados, convertirme en un monstruo y mi padre. 

La expresión de su boca es sombría.

—Bueno, ya sabes todo de mí gracias a la Iniciación.

Me estiro sobre la tubería de metal que sostiene la red y caigo hacia el centro de la red. Ella hace lo mismo, y cae a mi derecha, golpeándome en la espalda con su rodilla. Gimo, y ríe como disculpa, trepando por en medio.

Nos acostados uno al lado del otro, mirando al cielo. Es demasiado brillante la ciudad ahora para ver muchas estrellas, pero el cielo en sí es de un agradable azul profundo y la luna es brillante, creciente y delgada. Los edificios doblan en el agujero que estamos mirando a través como centinelas en los bordes de mi visión.

—Todo el mundo ha seguido adelante con sus vidas—dice.— Ya sabes, ¿escuchaste hablar a Zeke y Shauna sobre intentar tener un niño? Cara y Matthew se están casando, Caleb tiene un loco proyecto con el que puede estar casado... y yo todavía estoy entrenando a la estúpida fuerza de seguridad.

—¿No te gusta?

—Me gusta—ella dice.—Pero siento que no me lleva a ninguna parte.

—Sí—respondo y estoy sorprendido por lo mucho que entiendo lo que está diciendo.—Yo también, en realidad.

—Pensé que podría—dice.—Eso es lo que mi papá y yo estábamos discutiendo, él quiere que yo salga de la ciudad y viajar, no creo que él entienda lo diferente que está ahí fuera para nosotros, lo extraño que todo se siente. Él no quiere dejar esto, así que ¿por qué yo debería?

—Probablemente está preocupado por ti. Preocupado de que no aproveches todo tu potencial o algo así.

—¿Eso es lo que te decía Evelyn?

—Algo así—hago una mueca.—Ella dijo algo como "esto no es lo que Tris querría para ti".

Christina gesticula ruidosamente.

—Como si ella hubiera sabido eso—dice y me río porque es tan perfecto que digamos lo mismo de mi madre, he hablado bastante de ella con Christina, le conté toda la historia de cómo escapó de Abnegación y me dejó con mi padre y luego volvió a mi vida después de que yo eligiera Osadía, a lo que Christina reaccionó con lenguaje obsceno, escupiendo veneno.

—No creo que sepa lo que Tris habría querido para mí—respondo cuando mi risa se tranquilizó.

—¿Quieres saber lo que pienso?—dice Christina, y nuestros ojos se cruzan cuando los dos nos miramos de reojo y con esta luz, sus ojos son tan oscuros que parecen negros y con algo de paz en ellos.

Asiento con la cabeza.

—Creo que ella quería que estuvieras con Tris—dice Christina. —Tris quería vivir y ella lo quería para ti, ella siempre deseaba lo mejor para todos. Si Tris estuviera aquí, ella así lo hubiera querido pero no está para querer cosas.

—¿Estás diciendo que no importa lo que ella hubiera querido?— le respondo, de manera tensa. Lo pregunto como si fuera un reclamo.

—Estoy diciendo que ella no está aquí para querer cosas. Quiero decir, tal vez ella no está en ninguna parte, o tal vez está... en otro lugar, y si eso es verdad, realmente no veo a Tris como el tipo de persona que pasa todo su tiempo mirándonos con nostalgia y deseando cosas buenas para nosotros— dice Christina de manera firme, se sienta y me mira. —¿Cuántos años tenías cuando estuviste con ella?

—Dieciocho— respondo.

Ella lo repite lentamente. —Dieciocho— sacude la cabeza y mira hacia la luna.—Dieciocho es demasiado pronto para pensar que no puedes tener nada más que sea bueno, Tobías, demasiado joven para no ensuciar todo una y otra vez, o... sanar, era demasiado pronto y eras demasiado joven también... —se aleja.—Eres demasiado bueno para no vivir tu propia vida.

Resopla y se acuesta de nuevo. Nuestros hombros se tocan. Nuestros brazos se tocan. Cierro mis ojos.

Sus brillantes ojos azules siguen ahí, mirándome desde mi memoria. "Dile que no quería dejarlo", era el mensaje que Tris le había dicho a Caleb que me dijera. Sus últimas palabras para mí: ella no quería marcharse. Sé que Christina tiene razón, no es fácil responder y no es "lo que ella hubiera querido" porque sé lo que ella quería y ninguno lo consiguió. Así que "él hubiera querido" es irrelevante.

Ella me amaba, yo la amo. Y ella murió, pero yo no lo hice. No lo hice.

—Lo siento— dice Christina. —Te eché todo un discurso, ¿verdad?

—Lo hiciste, pero no lo lamentes.

Los dedos de Christina se mueven, sus dedos índice y medio se enganchan alrededor de los míos. Su agarre es fuerte y cálido. Su piel oscura, perfecta, contrasta con la mía.

—¿Esta bien?—pregunta sin mirarme.

—Sí—digo ignorando la chispa de algo que se apaga dentro de mí. Mantengo los ojos cerrados.

+

—Ven a entrenar mañana, ¿de acuerdo? Será divertido. Lo prometo.

Eso fue lo que dijo Christina cuando la acompañé a casa ayer. Salimos de la red, helados por el aire de la noche y nos dirigimos a las vías del tren para seguir adelante con algunos de los otros. Esperamos hasta que el tren se detuvo, caminamos con calma y nos quedamos colgados de la barandilla para mantener el equilibrio en vez de sentarnos, porque ¿quién se sienta en un tren?

Le dije que no quería volver a enseñar a los soldados y me dijo que sería sólo una vez, por como en los viejos tiempos. Sus ojos estaban fijos en los míos, ella estaba cerca y olía a salvia. Un pequeño rizo había escapado del paño que había atado alrededor de su cabello y colgaba justo sobre su pómulo. No la abracé porque de alguna manera se sentía peligroso.

Pero aquí estoy de todos modos, suspirando mientras espero en la puerta para que mi coraje aparezca. Finalmente decido que vendrá si hago algo, así que abro la puerta y entro. El aire huele a sudor, a zapatos y a serrín. La fuerza de seguridad entrena en uno de los almacenes de los sin facción, pero el piso está cubierto con alfombras y algún tipo de material elástico, y hay luces en todas partes.

Christina está demostrando una maniobra en uno de los nuevos "reclutas ruidosos", como ella los llamó. Ella le dice que la empuje, luego se desplaza a un lado, agarrando su brazo justo debajo de la axila y moviéndose para que él se vea forzado a caer sobre sus rodillas. Ella ha crecido mucho desde la última vez que la vi hacer algo como eso y se mueve con un poco más de gracia, con mucho más certeza.

Ella levanta la vista, me ve y sonríe.

Vendo mis manos y me pongo a calentar con una de las pesadas bolsas, hasta que siento sudor entre mis hombros. Se siente bien, fácil. Así que cuando ella golpea mi hombro y me pide que muestre cómo se hace la técnica correcta, yo digo que sí.

Es como bajarme a una corriente. El agua me lleva, y yo soy un instructor de Osadía de nuevo, girando los ojos cuando alguien se olvida de mantener la guardia o mirar antes de codear el cojín para que el codo y el brazo de su pareja den en su lugar. Observen, les digo, y se hacen más pequeños.

—Prepárense y actúen cuando estén preparados—les dice, y yo asiento.

—Él fue mi maestro alguna vez, ¿lo sabías? —dice Christina a una de las chicas más pequeñas.—Y si crees que soy dura contigo, no sabes lo pesado que puede llegar a ser.

—La gran boca de los veraces—digo.

—Así es—responde.

La sesión termina y los aprendices se van, sólo quedamos ella y yo, estirándonos y bebiendo agua de la misma botella.

—Hablaste de ellos como si fueran pequeños tornados—digo— no son tan malos. Creo que sólo querías compasión.

—Los viste en un buen día—dice.

—Pobrecita, "soy Christina y tengo que enseñar cosas a la gente"— le digo, imitándola a ella".—Háblame después de que hayas intentado entrenar a los voluntarios al amanecer.

—Cállate—y me golpea con una venda sudorosa de la mano.

—Eso estaba mojado— le digo.

Sus ojos brillan de risa. Ella pone la venda en su mano y me la pone en la mejilla. Le golpeo la mano y ella agarra la mía, luego estamos juntos, compartiendo el aire, las manos juntas, nuestras rodillas se tocan, ambos estamos sonriendo.

Su sonrisa desaparece. Nuestras manos se separan. Pero en vez de alejarme, le toco la mandíbula, le paso el pulgar por la mejilla. Su piel está salpicada de sudor, y mi mano todavía está envuelta en tela negra, pero lo siento... todo.

—Esto no es una especie de... experimento, ¿verdad?— ella dice. —¿Para ver si puedes moverte?

—No, es... estoy... estoy... moviéndome finalmente— digo.

—Oh—ella responde.

Toco sus labios con mis labios. Es rápido, cauteloso y no creo que ella respirara en ese tiempo. Yo sé que no.

—¿Está bien?—le pregunto.

Ella pone una mano sobre mi muñeca, me tira hacia ella y sonríe. Nuestras frentes chocan.

—Sí—ella dice—lo está.

Esta vez, cuando nuestros labios se encuentran, es suave y lento. Sabe salado. Sus dedos se enganchan en mi camisa. Y me pone en el tapete.

+

Discutimos todo el tiempo. Sobre todo por de quién es el turno de lavar los platos, sobre el nombre del hijo de Zeke y Shauna, no queda ninguno de los que decimos, sobre lo mucho que me meto en los proyectos de mejoras de la ciudad y en lo malhumorada que es cuando vuelve del trabajo algunos días.

Todavía sueño con Tris, a veces. Incluso sueño con su muerte. Le cuento a Christina al respecto, y no lo toma personalmente, sobre todo, a menos que esté cansada o preocupada por algo. Mi escondite del suero del paisaje del miedo va ha permanecido intacto por tanto tiempo que terminé regalándoselo a Cara para jugar con él.

Hablamos de Will, Tris, y de las vidas que teníamos, y lo asustados que estamos, a veces, cuando alguien nos asusta, o sobre que se parece mucho Jeanine a Marcus o Max. Me despierta en medio de la noche su llanto mientras recuerda haber salvado a Héctor sobre el borde del tejado solo para darse cuenta de que Marlene estaba rota en el suelo. Ella se despierta peor que yo.

Nos reímos todo el tiempo. A veces sólo por una mirada, o una palabra. Ella habla en voces extrañas, imitándome, o a sus compañeros de trabajo, o a los pájaros que vemos en los videos de de mi apartamento. Me hace reír hasta que estoy débil con ella, relajado contra los cojines del sofá con las manos enroscadas, inútil.

Ella es a la primera que le digo cuando algo va bien, o cuando algo va mal. O cuando algo sale y punto.

Ella me dijo, una vez, que guarda un frasco de suero de memoria en su gabinete de baño, para recordarle lo que casi perdió, cuando casi me perdí.

Trabajamos y soñamos. Luchamos, nos reímos y nos enamoramos. Nos movemos.

Y nos sanamos.

The 100: La cuarta temporada ya tiene fecha de estreno

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La cadena estadounidense de televisión The CW ha publicado oficialmente las fechas de estreno de sus series que regresan en 2017. Entre ellas The 100.


La cuarta temporada de The 100 se estrenará el miércoles 1 de febrero de 2017 a las 9:00PM, con el episodio titulado Echoes. Además ya tenemos confirmado que la temporada contará con un total de 13 episodios.
En la cuarta temporada, los sobrevivientes se enfrentarán a la amenaza más peligrosa hasta ahora: la posible destrucción de la Tierra.
Visita nuestro post donde tenemos toda la información sobre la cuarta temporada hasta ahora -- AQUI

Reseña 'Después del final' de Veronica Roth

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Título: Después del final
Título original: We Can Be Mended
Autora: Veronica Roth
Año de publicación: 2017


Saga Divergente
0.5 Cuatro / 1. Divergente / 2. Insurgente / 3. Leal / 3.5 Después del final

Siempre he dicho que la saga Divergente desde mi punto de vista estaba completa, pero desde hace un tiempo me he dado cuenta de que todavía había algo de la historia que había dejado sin contar. Así que escribí algo para mí misma sobre lo que Tobias había estado haciendo en los años posteriores a Leal. -V. Roth

Antes de que leas mi opinión sobre el nuevo epílogo de la saga Divergente, me gustaría que aclaráramos dos cosas. La primera, sí, Veronica Roth escribió un "qué pasó cinco años después de la muerte de Tris" y segunda, si de pura casualidad no has leído esta historia, puedes buscarla en el blog y después regresar a leer mi opinión porque tendrá spoilers. Y por qué no, tal vez suscribirte y seguir este bonito blog, es gratis.

Dicho lo anterior y asegurándome de que solo estamos presentes los que ya leímos esta corta historia:

¡¿En qué estaba pensando Veronica Roth cuando escribió esto?! No logro comprender, bueno sí. Hay que ser sinceros y aceptar que lo hizo por ventas para Carve the mark. Pero no logro entender por qué en lugar de escribir una historia que nos ofreciera algo mejor, nos dio una historia llena de clichés y que no aporta gran cosa a la saga.

No sé tú pero al menos, yo esperaba que nos contara un poco más del mundo, en general, que una historia centrada casi en su totalidad en el discurso de superar o no la muerte de Tris.

Digo, han pasado solo cinco años en los que una sociedad que fungía como conejillo de indias (duraron al menos cien años así) tiene que aprender a adaptarse a todo un mundo lleno de posibilidades y variables. Un mundo en el que puedes pensar de diferentes maneras y en el que no piensan matarte por eso.

O tal vez sí, no lo sabemos.

¿Qué pasa con los dañados genéticamente? No hay que olvidar que genéticamente están mal, no son cien por ciento funcionales dentro de una sociedad porque genéticamente les hace falta algo y a pesar de que mencionan muy a la ligera un poco sobre esa situación yo no siento que sea suficiente.

Sí, nos mencionan que los jóvenes se adaptan más fácil en comparación con las personas mayores y que muchos se tatúan para no perder su identidad como dañados pero volvemos a lo mismo, una cosa es vestirse de todos los colores y otra es poder tener ya la capacidad de ser una población totalmente curada genéticamente. Tal vez, nos podrían haber contando un poco más sobre el complejo proceso de adaptación y supervivencia a este nuevo mundo.

No hay que olvidar que la Saga Divergente es DISTÓPICA y por lo tanto, el epílogo tendría que ser de una historia distópica y desafortunadamente no fue así. Lo siento, yo no sentí lo distópico.

Son esas las razones por las que pienso que no aporta gran cosa a la saga.

Volviendo a la historia que sí nos contaron, han pasado cinco años y la gente se reúne para celebrar o recordar lo que antes eran y convivir unos con otros.

Nos encontramos a un Tobias más grande, que trabaja en los proyectos de mejora de su ciudad, retraído, con la misma cantidad de miedos aunque diferentes y que se la vive pasando una y otra vez por su paisaje del miedo. [¿Qué no hay psicólogos o psiquiatras en el mundo exterior? Vuelvo a lo anterior, necesitan un proceso de adaptación al mundo y tal vez, Tobias, particularmente, una buena sesión de terapia y una que otra gota de Clonazepam de vez en cuando]. 

La relación de Cuatro con Evelyn sigue siendo algo brusca y se vuelve peor cuando ella decide mencionar lo que Tris hubiera querido para él, como si Tris hubiera sido la nuera favorita de Evelyn y hubieran sido súper amigas.

Obviamente, Tobias se siente fatal porque no ha podido avanzar y al parecer, el mundo le exige que lo haga. Ha llegado el momento de darle vuelta a la hoja y retomar su vida amorosa con Christina, sí...CHRISTINA, la mejor amiga de su novia muerta.

La misma Christina, nuestra Bella Thorne de las facciones (no me maten, es un comparativo por la cantidad de intereses románticos en un corto tiempo), que le ofreció su hombro para sobrepasar la pena de haber perdido a Tris y que no se quitara todos los recuerdos con el suero de la memoria.

En esta parte quiero dejar muy claro que estoy feliz que Tobias continuara su vida porque era muy joven para estar sufriendo así, pero no estoy de acuerdo de que fuera con Christina y más porque siento que ella ya estaba enamorada de él (antes del beso) por lo que sus consejos no eran del todo objetivos y más porque se pegaba mucho a él "sin querer".

Tal vez no existía otra candidata para ser su pareja debido a todo lo que habían pasado pero siento que fue un amor muy forzado y de un momento a otro.

Hubiera sido mejor que primero ambos se curarán sentimentalmente por si solos, a su tiempo, sin presiones y no solo porque se sentían atorados, sin futuro en comparación a sus amigos.

Tal vez, así se hubieran ahorrado las peleas por Tris que luego llegaban a tener Cuatro y Christina.

¿Ustedes qué opinaron de la historia? ¿Les gustó? ¿Qué le hubieran agregado o eliminado? No olviden dejar sus comentarios y suscribirse a nuestro blog.

Reseña 'Código C.R.U.E.L' de James Dashner

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Título original: The Fever Code
Título en español: Código CRUEL
Autor: James Dashner
ISBN: 9789877472103
Sello editorial: V&R Editoras
Páginas: 376
Año de publicación: 2016
Calificación:

Saga Maze Runner
0.1 Código C.R.U.E.L. / 0.5 Virus Letal / 1. Correr o Morir / 2. Prueba de Fuego / 3. La Cura Mortal

Hubo un tiempo en el que el mundo ardió.
Los bosques se incendiaron, los lagos y los ríos se secaron y los océanos inundaron todo.
Luego vino la plaga, y la Llamarada arrasó con lo poco que quedaba de la humanidad.
Murieron familias enteras. La violencia reinaba en todas partes.
Después se creó C.R.U.E.L. Ellos estaban buscando una respuesta. Y encontraron la chico perfecto para llevar a cabo su plan.
El joven se llamaba Thomas, y Thomas construyó el laberinto.
Ahora hay secretos. Mentiras. Lealtades.
Historias que jamás habrías imaginado.
Llegó la hora de que conozcas la verdad sobre Thomas, C.R.U.E.L. y el mítico laberinto.
El tiempo se acaba y tú tienes que conocer lo que sucedió realmente.
¿Estás listo?

Es el último de la saga de Maze Runner y si no has leído los demás libros de la saga, te recomiendo que los leas antes de leer mi opinión.

A pesar de ser el último, este es una precuela que se sitúa antes del inicio del libro Correr o Morir, es decir, los inicios de CRUEL, el laberinto y sobre los personajes de la saga antes del laberinto.

El libro empieza con la historia de cómo Newt y su hermana terminan en las filas de CRUEL y nos responde una de las incógnitas más grandes de la saga sobre Newt, porque como todos sabemos (en este punto de la reseña quiero suponer que los que la lean ya conocen lo que ocurre en los demás libros) él no es inmune y sin embargo, CRUEL decidió llevarlo con ellos.

Después de ese capítulo, el libro te deja descubrir la vida de Thomas y de otros personajes en las instalaciones de CRUEL, también poco a poco vamos conociendo el porqué CRUEL se volvió de la manera que lo hizo. 


Quiero aclarar que es la tercera vez que edito toda mi opinión sobre este libro porque a pesar de que me movió muchísimas cosas y me hizo sentir de muchas maneras respecto a algunas cosas que pasan en la historia siento que algo quedaba inconcluso, no me sentía bien ni si quiera con el libro.

Y después de analizar la situación me di cuenta que no era yo el problema, el problema es que este libro nos aporta menos de lo que nos hubiera gustado que aportara a la historia en general.
Muchas cosas ya las conocíamos o teníamos una idea ligera gracias a los otros libros así que eso volvía algo aburrido al libro.

Tal vez era porque tenía la expectativa muy alta sobre él y este título era de mis cuatro historias más esperadas en el 2016 y tal vez eso hizo que me decepcionara un poquito.


Aunque no todo es negativo, me encantó volver a leer algo de ciertos personajes y conocerlos un poco sobre cómo eran antes del laberinto. También, me gustó mucho que me hiciera sentir crisis fangirl, sobre todo de enojo y odio ante algunos otros personajes.
Algo que agradezco es conocer más a C.R.U.E.L. y sobre las pruebas que ponía en serio, me encantaron.

He tenido varios debates con amigos sobre si C.R.U.E.L. es bueno y si alguna vez lo fue, mi postura no ha cambiado y sigue siendo la misma, está es que SÍ. Hay una parte en el libro donde Teresa le dice a Thomas que no se trata de matar a nadie sino de salvar y para mí, C.R.U.E.L. la única misión que tiene es salvar a la población de la Llamarada. No es nada ético lo que hacen y suele ser cruel con sus métodos, en eso sí estoy de acuerdo. Esto se los escribo porque después de leer el libro, créeme que vas a querer hablar con alguien sobre C.R.U.E.L.


Dejando de lado este aspecto, la forma en la que está escrito el libro te permite hacer una conexión con la historia y como conoces el desenlace que tendrá, créeme que vas a sentir muchísimas cosas.
Y sí, aunque tal vez no aporte mucho a la saga, necesitas leerlo porque después de hacerlo va a cambiar tu percepción sobre la historia en general y sobre algunos personajes. Tal vez descubrirás que algunas cosas podrían haberse evitado o que si los personajes hubieran actuado de otra forma tal vez no hubieran terminado como lo hicieron.

Lee We Can Be Mended, epílogo de la saga Divergente en inglés

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Atención iniciados, ya pueden leer de manera oficial en este blog el epílogo de la saga Divergente: We Can Be Mended. El epílogo está en inglés y está en proceso de traducción. A más tardar mañana ya lo tendremos completo en español. Mientras tanto, para los que saben inglés, aquí se los dejamos.



"The five-year reunion is coming up."

Christina leans against the railing of the train platform, first bent, propped up by her elbows, then straightening, pressing her hips to the railing for stability instead. Her hair is longer now than it's ever been, densely curled and standing straight out from her head. Sometimes she wears it wrapped up in a scarf, a colorful defiance of her Dauntless history, but today it's loose.

The words settle on me like a weight, familiar but still more than I'd like to bear.

"So I've heard," I say. Every year the former faction members who still live in Chicago reunite to celebrate--or mourn, maybe--our common history. I have gone to some of these events and not to others, but this year's is important.

Five years.

"You going?"

Christina tilts her head as she looks at me, then shrugs.

"I was thinking about it," she says. "It's in Dauntless headquarters. The former Dauntless headquarters, I should say."

I nod, looking out at the city lights that dot the buildings around us. Some of them show glimpses of other lives--a woman braiding her hair and laughing, a man picking up after his children, the glow of a flashlight under blankets as a child steals more time awake. A bus passes beneath us, carrying late commuter to the apartment buildings near the marsh. Behind me are the silent train tracks, the rails shining as they catch the moonlight.

"I know you go to headquarters every so often," she says, looking down at her hands. "Zeke told me."

Zeke. That traitor.

"Yeah, I go there. So what?"

She examines her fingernails. She's pretending to be casual. But she's never been very good at pretending. "What do you do there?"

"I don't remember agreeing to an interrogation," I say as lightly as I can. I don't want to awaken her prickly side too soon.

"You don't want to answer questions, just say so," she says. "But I think you should have figured out by now that if there's something you want to hide, it's probably also something you need to talk about."

I groan, teasing, but she's right. I know she's right.

Since she stopped me from swallowing the memory serum, I've trusted her in a way I don't trust anyone else. Someone who has seen you that weak and doesn't use it against you is worth that trust, I think. But it's still hard to admit another vulnerability to her, to even speak the words out loud.

"Fine," I say, drawing my shoulders in. "I go through my fear landscape there."

She stares at me. "What is with you and the fear landscape, Eaton? At first it was a quirk but now it's downright pathological."

"It's not that big a deal," I say. "It's... therapeutic."

"Four," she says. She pauses. "Tobias. It's not therapeutic if nothing ever changes, you know?"

"Who says my fears haven't changed?"

"Is she still there?" Her voice softens. And not in the way other people's voices soften when they talk to me about Tris-- the way that makes me want to snap that I'm fine, lay off, leave me alone. Christina's eyes go cloudy with loss, and grief, and I know that she understands.

"Yeah." My hand comes up automatically to run over my hair, cropped Abnegation short.

"Yeah, she's still there, of course she is."

"So you go back to see her," she says.

"No," I say. "No, that's not why."

"But that's part of it."

"It's . . . I"--I sigh. "It's not that I want to see her there--you think I like watching her die over and over again?" I bring my hand down, hard, on the railing. "I just keep wanting to see if she'll still be there. I'm just... waiting for the day when I'm... past it. When I've moved on."

She laughs a little. "You're not just going to spontaneously be past it."

"What about 'time heals'?"

"Time doesn't do shit." Christina sighs, and for a moment she stands on her tiptoes, pressing out over the railing like a Dauntless on a dare. But then she sinks back to her heels and looks at me sternly, and says, "The thing about moving on is, you have to move."

+

Christina is right. I do go back to Dauntless headquarters a lot, but never to the Pit below, only to the first-floor fear landscape room. My stores of the serum are running out. I only have a handful left--just a handful of chances to get over my fears before I'll stop knowing what I'm afraid of forever. I don't know why I find that, in itself, so frightening.

Maybe it's that I used to feel like I didn't know myself, and I don't want to feel that way again. I spent all my life that way, sagging beneath the weight of my Abnegation grays, and I don't want to go back. I don't want to rely on sparks of revelation to drive me forward. I want to know.

I have four fears, still. They are different than they were when Tris died, five years ago.

In the first, I fly high above the city in an airplane that has run out of fuel. I tumble toward the ground, with no chance of rescue.

In the second, I am immobile as a dark force--usually with David's face, or Marcus's--attacks the ones I care about.

In the third, I am in pain, and there is no relief, all I can do is endure.

In the fourth, she dies.

It makes no sense, to fear the worst when the worst has already happened. Death can't happen twice, after all.

It was me who told her that what she saw in the simulations wasn't her literal fear playing out in front of her--Well, are you really afraid of crows?--but something deeper, more symbolic. Still, it's difficult not to take my fourth fear exactly as it is, with her wide blue eyes staring up at me from the ground, their spark gone out.

+

I could wait for the train with the others, standing calmly on the platform as it slows to a stop, boarding, sitting in one of the freshly installed seats like a normal person. But it doesn't feel right to me, will never feel right to me again.

Instead, I take the long walk through the restored streets of Chicago, the city that refuses to die. It burned once, and they rebuilt it with brick. Then it was pelted with explosives and bullets, evacuated, and populated with five factions. Then it came apart again, and we are responsible for its fourth life. We are equal parts fringe--dwelllers, ex-faction members. Bureau dropouts, and migrants from other cities.

We no longer care about genetic purity, we say. Of all the places that claim such a thing, this is perhaps the place where it comes closest to being true. But I still remember the images of my genetic code that made me realize I was broken in some deep, fundamental way. I didn't, as some others did, tattoo it on my body. I only do that for things I want to be reminded of.

I leave the clean path, taking side streets instead. They are still as busted and broken as they used to be. Sagging concrete giving way to the pipes and vents that form the city's infrastructure, green things growing in the cracks in the road, waist high. The sun is setting and there are no lights here to flicker on and guide the way. I put my hands in my pockets and keep walking, trusting the fading light and my own memory to get me there.

I hear laughing up ahead. A familiar laugh--Zeke's.

He spots me from a long way off. His teeth are a flash of white in the dark.

"Four! Come over here!"

"Hey." I sidle up to him. Familiar faces materialize around me: Shauna, standing upright with the help of the spinal implant and leg braces; Christina in full Dauntless regalia, her hair wrapped up in a black cloth; and, standing tentatively at the edge of the group, Caleb Prior.

I no longer look at him and ask myself why he's alive when she isn't. There's really no point to that kind of question anyway. For the most part, he seems determined to avoid me, and that suits us both. He nods to me, and I nod back, and if we are both lucky, that will be the end of it.

"I was just complaining about this year's recruits for the peacekeeping force," Christina says.

"Again?" I ask.

"Same as every year," Shauna supplies.

"Apparently they're uncoordinated and rowdy."

"Rowdy recruits." I grin. "Yeah because you don't know anything about that, Chris."

"I may have been rowdy, but I was nowhere near this stupid," Christina says, jabbing me in the chest with a finger. I grab the finger and turn it around, trying to muscle her into poking herself. It's not as easy as I thought it would be.

"Plus," she says, freeing her hand from my grip with a smile, "this isn't nearly as difficult as Dauntless initiation; they don't know how good they have it."

"That's a good thing," Shauna reminds her. "We don't want people to know what it's like to grow up in a faction. You can't fault them for not knowing something we don't want them to know."

"I can fault them for whatever I want," Christina says with a sly smile.

We walk toward the Pire, which is lit up warm and bright all the way to its top floor.

"Who else are we meeting, again?" Zeke says.

"Cara's bringing Matthew, Nita can't come--"

"Cara?" I say. "I thought she was still in Phila--dels... burg."

"Philadelphia." Caleb corrects me in a low tone. Probably automatic for him, but I still give him a look.

I haven't seen Cara in over a year. She's been traveling, speaking to important people about the development she and Matthew have made in their laboratory. I didn't know she had returned.

We walk into the lobby with the floor made of glass. For a moment I stare through it, down at the Pit. The Pit used to be a place where I kept memories--bad ones, of corpses pulled out of the water below, and good ones, of laughing on the rocks with Zeke and Shauna. But now someone has scrubbed away the paint the Dauntless splattered everywhere, years ago, to cover up the cameras. And strings of glowing bulbs hand in straight lines along the paths to light them. It looks, for the first time . . . nice.

My chest aches dully. At least when this place was just for memories, it was mine. But now, like this? This bright, cheerful space is someone else's.

"Tobias!" Matthew claps me on the shoulder. He's holding a cup of something dark and strong; I can smell it from where I stand. But his eyes are clear where they rest on mine. "Haven't seen you in a while; heard you dropped out of the political game."

"Yeah, kind of," I say. "It wasn't exactly as I expected. As it turns out, you have to be charming to make it anywhere."

"Charming, and a bit of a liar," he says sympathetically. "You should talk to Cara about that; it's a source of endless frustration for her."

"Where is she, anyway?" I say.

But just as I'm finishing my question, I see a head emerge from the hatch in the floor that opens up to the Pit. Her hair has turned darker blond in time, and it is loose around her face. Her mouth curls into a smile at the sight of us.

She hugs me, briefly, and as her blouse pulls away from her shoulder, I see the corner of a tattoo. A broken double helix, a sign of her damage.

"Wasn't sure if I'd see you," she says.

"Wasn't sure if I'd come," I say. "How was Philadelphia?"

"You remembered the city name!" She smiles. "I knew you'd develop an interest in geography one day, now that there are maps available."

"I have to admit, I called it Philadelsburg," I say. "Caleb corrected me."

She snickers. "Philadelsburg was good. But did Matthew tell you our news?"

I shake my head.

"Of course he didn't." She eyes him.

"I was just about to," Matthew says.

"Sure," she replies. "Well, we're getting married, is the news."

"Congratulations," I say, and more because I know it's expected than because it's comfortable. I pull each of them into a one-armed embrace, in turn. "It's about time," I say as I pull away.

"About time for what?" Christina asks from somewhere behind me, and they move on to tell her.

I finally look around. The crowd gathered at the bottom of the Pit, near the edge of the chasm, is dense and multicolored, as I've never seen it before. And the people--old and young and everything in between, cradling cups to their chests and talking. My eyes still search for faction divisions even now, but I don't find any--even in myself, my shirt Candor white, my jeans Erudite blue, and my shoes Dauntless black.

We are just people now.

+

Parts of the dining hall--entire walls, even--are stripped of what I remember, but neatly. After we reclaimed the city from the Bureau, there was a wave of pillaging and theft, and pockets of iconoclasts urging everyone to burn anything faction related they could get their hands on. Not many of them made it to Dauntless headquarters, given that it's such a hazardous place, but I'm sure some of them did

Now the prevailing wisdoms is that certain things should be preserved. I am not sure how I feel about that anymore.

We sit around a table in the middle of the room. Conversations echo off the walls, rattling in my head. Zeke and Shauna bicker about something--who said what, when--but there is a curl to Zeke's mouth that means he's not taking it seriously. Matthew, Caleb, and Cara are deep in conversation. Christina sits backward in her chair to talk to her parents, who stand behind her.

Hands close over my shoulders and I tense, suppressing the urge to twist and grab and shove. You're not in danger, I think to myself. Not anymore.

"Sorry," my mother says, lifting her hands. "I should know better."

I turn to face Evelyn. She is carrying her age well, but still carrying it, in the lines around her eyes and mouth, and the widening streaks of gray in her hair. She lives in the city now, working in transportation--and she's qualified, thanks to years of tracking the city's trains with the factionless. I can tell it bores her, but it's steady enough.

"I haven't seen you in a while," she says. "Been feeling all right?"

"Yeah."

She gives me a dubious look. But I have been all right, really. It's just been difficult for me to be around people, and I'm not sure how to explain that to her.

"It just doesn't feel right, being here," I say. "Everything's so clean. Like a museum."

Which is what it is now. The Dauntless compound restoration was completed a few months ago, and the city offered tours to travelers to teach them about the faction experiment, its results, and its aftermath. It is an attempt, I suspect, to combat such a narrow focus on genetic purity. It will take at least a few generations to see any kind of change, but we are hopeful. Or, I should say, they are hopeful, since I'm not doing my old work anymore.

I spot Johanna over my mother's shoulder, a mug of something cradled against her chest. She is still in elected office, overseeing our city. She has the stomach for it, and I don't. Whenever she called on me to speak to people from outside the city, I went cold at the first sign of their judgement, their scrutiny. That's not the way to get things done, she told me, and I agreed, but I couldn't escaped the person I was. Am.

So now my focus is smaller. Fix the streets, the streetlights, the buildings. Settle refugees from other places into permanent housing, make sure they have heat and clean water. Simple things.

Johanna feels my eyes on her, and she turns, showing me the scarred side of her face, exposed now that she wears her hair short. She smiles a little, and I nod back.

"Johanna told me you're working on city improvement projects," Evelyn says.

"I am," I say.

"That's a very Abnegation career path," Evelyn says. "Are you sure it's what you want?"

"Abnegation was what you didn't want," I say. "Not me."

MY mother touches my face.

"You know I want what's best for you, right?" she says. It's a strange thing to say.

"Of course." It's not something I could have said years ago, but I believe it now.

"Then do you know that Tris would want what's best for you?" Her mouth tugs into a frown.

My gut clenches, like a rope pulling taut. I'm tired of people telling me meaningless things and pretending they're what she wanted.

"You didn't know her. You can't say that."

She takes her hand away. "I never say the right things with you , do I."

She says it like it's my fault.

"That's the problem," I say. "You think there's a right thing to say. There isn't."

It's to her credit that she doesn't snap back right away. A couple years ago, she might have. She was always ready to fight then, but now she thinks about my words. I watch her chew on them.

"Fair," she says, which is always what she says when she decides I'm right. "But you're very hard on me sometimes."


I sigh. "Fair."

I glance at Christina, who is speaking in low tones to her father, her brow furrowed. At least I'm not the only one who still fights with his parents.

I stand, my appetite lost to the strangeness of this once-familiar place. I let Evelyn draw me into a hug, and I even hug her back, no longer willing to separate from anyone I care about with tension still between us. People are too easily lost.

I tell I'm going for a walk, and I leave the dining hall to walk along the railing that once kept us separate from the rushing water of the chasm. Now it just keeps us from tumbling into the rocks. I miss the spray of the water and the sound of its roar. But there is one benefit to the quiet, I suppose--I hear Christina when she calls after me.

"Evelyn strikes again?" she asks me, jogging to catch up.

"I watched this old footage of fighting moose," I say. "Two stubborn, horned things just colliding over and over again. That's what Evelyn and I are."

"You're still watching the animal videos." She laughs. "What are you on now? Worms? Snails?"

"Birds," I say. "Did you know that albatrosses always crash-land? They're too big to land gracefully, so they just collide with the ground.'

"I feel like you just dislodged something useful form my brain and replaced it with a fact about a bird I'll probably never see, " she says. "Come one. There's a place I want to visit."

"If you're about to take me to the transfer dormitory, I'm not coming."

She shudders. "Yeah, because all I want is to go back to the place where I watched a guy lose an eye. No. Somewhere else."

I follow without asking where.

+

We walk the long, dark corridor toward the net side by side. Sometimes our knuckles brush as our arms swing in opposite directions, and I would normally twitch away, but this time, I don't.

We stand together in front of the platform where I once stood to ease Dauntless initiates into their new lives. I remember stretching my hand out for Tris's small, pale one, clasping my thumb around hers, drawing her to stability. I thing of her bright eyes, wild with adrenaline. Little, twitchy Stiff, Eric used to call her.

I was too busy announcing her name to the other Dauntless to help Christina out of the net. But for the first time in a long time, when I go over that memory in my mind, I think of Christina, too.

"You screamed all the way down," I say to her, and she laughs.

"Hell yes, I screamed all the way down," she says. "I jumped off a building. You realize how ridiculous that is?"

"I do." I smile a little. "I wasn't even close to the first jumper, you know. I'm terrified of heights."

"Heights." She nods and takes the stair railing in hand, climbing up to the platform. "What else, if you don't mind me asking? I mean, back then, now."

I follow her up the steps. "Enclosed spaces. Becoming a monster. My father."

The press of her mouth is grim. "Well, you know all mine, thanks to initiation."

I hoist myself over the metal pipe that holds the net steady, and roll, ungainly, toward the middle of the net. She does the same, and tumbles right into me, kneeing me in the back. I groan, and she laughs an apology, clambering to the middle.

We lie side by side, staring up at the sky. It's too bright in the city now to see many stars, but the sky itself is a nice, deep blue, and the moon is bright, a slim crescent. The buildings that hem in the hole we're looking through stand like sentries at the edges of my vision.

"Everybody's moved on with their lies," she says. "You know I head Zeke and Shauna talking about when they're going to try for a kid? Cara and Matthew are getting married, Caleb's got some insane project that he may as well be married to... and I'm still training the stupid security force."


"You don't like it?"

"I like it," she says. "I just feel like I'm not headed anywhere."

"Yeah," I say, and I'm surprised by how much I understand what she's saying. "Me too, actually."

"Thought you might," she says. "That's what my dad and I were arguing about. he wants me to leave the city. Travel. I don't think he understands how different it is out there for us, how strange it all feels. He doesn't want to leave, so why should I?"

"He's probably just worried about you," I say. "Worried you're not meeting your potential, or something."

"That what Evelyn was saying to you?"

"Sort of." I grimace. "She said something like 'This isn't what Tris would want for you.'"

Christina groans. Loudly.

"Like she would know," she says, and I laugh, because it's just so perfect, that we would say the same thing about my mother. I've talked to Christina enough about her, told her the whole story of how she ran from Abnegation and left me to my father, then returned to my life after I chose Dauntless. Christina's response was swearing, spitting rage.

"I don't thing I know what she would have wanted for me," I say when my laughter has settled.

"You want to know what I think?" Christina says, and our eyes meet as we both look sideways at each other. In this light, her eyes are so dark they look black, and their is something peaceful about them.

I nod.

"I think she wanted you to be with her," Christina says. "Tris wanted to live, and she wanted you, and she wanted something better for everybody. If Tris was here, she'd want you, but she's not, and that's just how it is."

"You're saying it doesn't matter what she would have wanted?" I say, something tensing inside me. I ask it like it's a demand.

"I'm saying she's not here to want things. I mean, maybe she's nowhere, or maybe she's... somewhere else, and if that's true, I don't really see Tris as the type to spend all her time staring down at us wistfully wanting good things for us," Christina says, unflinching. She sits up and stared down at me. "How old were you, when you were together?"

"Eighteen," I say.

She repeats it, slowly. "Eighteen." She shakes her head and looks up at the silvered moon. "Eighteen is too young to think you can't ever have anything else that's good, Tobias. Too young not to mess everything up over and over again, or ...heal. It's too young, and you're too..." She trails off. "You're too good to not live your own life."

She huffs, and lies down again. Our shoulders are touching. Our arms are touching. I close my eyes.

Those bright blue eyes are there, staring at me from my memory. Tell him I didn't want to leave him, was the message Tris told Caleb to pass on to me. Her last words to me: that she didn't want to go. And I know Christina is right--there is no easy answer here, no "what she would have wanted," because I know what she wanted, and neither of us got it. The "would have" is irrelevant.

She loved me. I loved her. And she died but I didn't. I didn't.1a

"Sorry," Christina says. "I made a speech didn't I."

"You made a speech," I say. "Don't be sorry about it, though."


Christina's fingers move, her index and middle fingers hooking around mine. Her grip is strong and warm. Her dark skin, unblemished, contrasts with mine.

"This okay?" she asks without looking at me.

"Yeah," I say, ignoring the spark of something that goes off inside me. I keep my eyes closed.

+

"Come to training tomorrow, would you? It'll be fun. I promise."

That's what Christina said when I walked her home yesterday. We climbed out of the net, chilled by the night air and went to the train tracks to get on with some of the other. We waited until the train stopped, walked in calmly, and hung on to the railings for balance instead of sitting down because who sits on a train?

I told her I didn't want to teach soldiers anymore, and she told me it would just be this once, for old times's sake. Her eyes were steady on mine, and she was close and smelled like sage, and a small curl had escaped the cloth she had tied around her hair and hung right over her cheekbone. I didn't hug her good-bye. It felt dangerous, somehow.

But here I am anyway, sighing as I wait at the door for my own courage to show up. Finally i decide it will come along if I do something, so I open the door and walk in. The air smells like sweat and shoes and sawdust. The security force trains in one of the factionless warehouses, but the floor is covered with mats and some kind of springy material, and there are lights everywhere.

Christina is demonstrating a maneuver on one of the rowdy newcomers, as she called them. She tells him to push her, then shifts to the side, grasping his arm right under the armpit and moving so he's forced to his knees. She's grown into herself since the last time I saw her do anything like this and moves with a little more grace, a lot more certainty.

She looks up and sees me and smiles.1a

I wrap my hands and warm up on one of the heavy bags, until I feel sweat between my shoulders. It feels good, easy. So when she taps my shoulder and asks me to walk around correct technique, I say yes.

It's like lowering myself into a stream. The water takes me, and I am a Dauntless instructor again, rolling my eyes when someone forgets to keep their guard up or to look before elbowing the pad so they elbow their partner's arm instead. Look, I tell them, and get smaller.

Be ready, and act ready, she says to them, and I nod.

"He was my teacher once, you know," Christina says to one of the smaller girls. "And if you think I'm tough on you, you don't know how bad it can get."

"Candor-smart mouth," I say.

"That's right," she replies.

Then the session is done and the trainees leave, so it's just her and me, stretching and sipping water from the same bottle.

"You talked about them like they were little tornadoes," I say. "They're not so bad. I think you just wanted pity."

"You caught them on a good day," she says.

"'Poor me, I'm Christina, I have to actually teach people things,'" I say, mimicking her. "Talk to me after you've tried to wrangle volunteers at the crack of dawn."

"Oh, shut up." She smacks me with a sweaty hand wrap.

"That was wet," I say to her.

Her eyes are bright with laughter. She gathers the wrap into her fist and shoves it into my cheek. I smack her hand away, and she grabs mine, and then we're close together, sharing, and air, hands clasped, our knees touching, both smiling.

Her smile fades. Our hands come apart. But instead of shifting away, I touch her jaw, run my thumb over her cheek. Her skin is dotted with sweat, and my hand is still wrapped in black fabric, but I feel--everything.

"This isn't some kind of ...experiment, is it? she says. "To see if you've moved on?"

"What? No, it's ...'m--I'm just ...finally moving," I say.

"Oh," she replies.

I touch my lips to hers. It's quick, a scared little peck, and I don't think she breathes the whole time. I know I don't.

"This okay?" I say.

She puts a hand over my wrist, pulls me toward her, and smiles. Our foreheads touch.

"Yeah," she says. "It is."

This time, when our lips meet, it's soft and slow. It tastes salty. Her fingers hook in my shirt. And she pins me to the mat.

+

We fight all the time. Over whose turn it is to wash the dishes, and who gets to name Zeke and Shauna's kid--neither of us, it turns out--and how wrapped up I get in the city improvement projects, and how grouchy she is when she comes back from work some days.

I still dream of Tris, sometimes. Even dream of her dying. I tell Christina about it, and she doesn't take it personally, mostly, unless she's tired or worried about something. My stash of fear landscape serum goes untouched for so long that I end up giving it to Cara to play with.

We talk about Will, and Tris, and the lives we took, and how afraid we are, sometimes, when someone startles us, or looks too much like Jeanine of Marcus or Max. I wake in the middle of the night to her crying as she remembers pulling Hector over the edge of the roof only to realize Marlene was broken on the ground. She wakes to worse from me.

We laugh all the time. Sometimes just because of a look, or a word. She speaks in strange voices, mimicking me, or her coworkers, or the birds we watch videos of in my apartment. She makes me laugh until I'm weak with it, relaxed against the couch cushions with my hands curled in, useless.

She is the first one I tell when something goes well, or when something goes poorly. Or when something goes, period.

She tells me, once, that she keeps a vial of memory serum in her bathroom cabinet, to remind her of what she almost lost, when I almost lost myself.

We work, and dream. We fight, and we laugh, and we fall in love. We move.

And we mend.


¿Les gustó el cierre que V. Roth le da a la saga? Esperamos sus comentarios...

Lee Después del final, epílogo de la saga Divergente en español (EXCLUSIVA)

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Atención iniciados, ya pueden leer de manera oficial en este blog el epílogo de la saga Divergente: Después del final. El epílogo fue traducido por Divergente México al español. Aquí se los dejamos, esperamos sus comentarios al final.




Queridos lectores:
Siempre he dicho que la serie Divergente estaba completa, pero hace un tiempo me di cuenta que todavía existía algo de la historia que había dejado sin contar.

Así que escribí algo para mí, sobre lo que Tobías había estado haciendo en los años posteriores a Leal. Ahora estoy emocionada de tener finalmente la oportunidad de compartir con ustedes el epílogo de la serie Divergente: Después del final.

-V


—Se acerca la reunión de cinco años.

Christina se inclina contra la barandilla de la plataforma del tren, primero inclinándose, apoyada por los codos, luego enderezándose, presionando sus caderas hacia la barandilla para mantener el equilibrio. Su cabello es más largo de lo que nunca ha sido, densamente rizado y lacio en la parte superior de la cabeza. A veces lo lleva envuelto en una bufanda, un colorido desafío de su historia en Osadía, pero hoy está suelto.

Las palabras ponen en mí un peso familiar pero aún más de lo que me gustaría soportar.

—Es lo que he oído —le respondo. Cada año los antiguos miembros de las facciones, los que todavía viven en Chicago, se reúnen para celebrar, o tal vez para llorar, nuestra historia. He ido a algunos de estos eventos y a otros no, pero este año es importante.

Cinco años.

—¿Irás?

Christina inclina la cabeza mientras me mira, luego se encoge de hombros.

—Estaba pensando en eso —me dice —Es en la sede de Osadía, la antigua sede de Osadía debería de decir.

Asiento mientras miro las luces de la ciudad que salpican los edificios que nos rodean. Algunos de ellos muestran reflejos de otras vidas, una mujer trenzando su cabello y riendo, un hombre que carga a sus hijos, el resplandor de una linterna bajo las mantas mientras un niño roba más tiempo despierto.

Un autobús pasa debajo de nosotros, llevando el viajero tardío a los edificios de apartamentos cerca del pantano. Detrás de mí están las silenciosas vías del tren, los carriles brillan a la luz de la luna.

—Sé que vas a la sede de Osadía de vez en cuando— dice ella mirando sus manos. —Zeke me lo dijo.

Zeke. Ese traidor.

—Sí, voy allí. ¿Y qué?

Ella examina sus uñas, está fingiendo ser casual pero nunca ha sido muy buena fingiendo. —¿Qué haces ahí?

—No recuerdo haber acordado un interrogatorio —digo lo más tranquilo que puedo. No quiero despertar su lado quisquilloso tan pronto.

—Si no quieres responder a las preguntas solo dilo —dice. —Pero creo que ya deberías de haber descubierto que si hay algo que quieras esconder, probablemente sea algo de lo que tengas que hablar.

Gimo, bromeando pero tiene razón. Sé que ella tiene razón.

Desde que me detuvo de tomar el suero de la memoria, he confiado en ella de una manera en la que no confío en nadie más. Alguien que te ha visto débil y no lo usa contra ti, vale la pena tener ese tipo de confianza, creo. Pero todavía es difícil admitir otra vulnerabilidad ante ella, incluso decir las palabras en voz alta.

—Bien —digo doblando mis hombros hacia adentro. —Paso a través de mi paisaje del miedo.

Me mira fijamente. —¿Qué es lo que tienes con el paisaje del miedo, Eaton? Al principio fue un capricho, pero ahora es francamente patológico.

—No es tan importante —le digo.—Es... terapéutico.

—Cuatro —dice ella y hace una pausa. —Tobias, sabes, no es terapéutico si nada cambia.

—¿Quién dice que mis miedos no han cambiado?

—¿Aún está allí? —Su voz se suaviza pero no en la forma en que las voces de otras personas se suavizan cuando me hablan de Tris, es la forma en la que me da ganas de decir que estoy bien, despedirme, quedarme solo. Los ojos de Christina se nublan por la pérdida y el dolor, y sé que ella entiende.

—Sí —mi mano sube automáticamente por encima de mi cabello, cortado al estilo de Abnegación. —Sí, todavía está allí, por supuesto que sí.

—Así que vuelves a verla —dice.

—No —le digo. —No, no es por eso.

—Pero eso es parte de eso.

—Es... mmm... —suspiro. —No es que quiera verla allí... ¿Crees que me gusta verla morir una y otra vez? —bajo mi mano con fuerza sobre la barandilla. —Sólo sigo queriendo ver si ella seguirá allí, solo... estoy esperando el día en el que haya... pasado, cuando haya seguido adelante.

Se ríe un poco. —No vas a estar espontáneamente en el pasado.

—¿Y qué hay sobre que el tiempo lo cura todo?

—El tiempo no hace ni mierda —Christina suspira, y por un momento se pone de puntillas sobre la barandilla como se atrevería a hacerlo un Osado. Pero entonces ella se hunde de nuevo en sus talones y me mira con severidad, y dice —lo que pasar para seguir adelante es que tienes que moverte.

+

Christina tiene razón. Voy mucho a la sede de Osadía, pero nunca al piso de abajo, solo a la sala del paisaje del miedo en el primer piso. Mis reservas de suero se están acabando. Solo tengo un siniestro puñado, solo un puñado de posibilidades para superar mis miedos antes de dejar de saber para siempre a lo que le tengo miedo. No sé por qué lo encuentro, en sí mismo, tan aterrador.

Tal vez es que solía sentir que no me conocía a mí mismo, y no quiero sentirme de esa manera otra vez. Pasé toda mi vida de esa manera, estando bajo el peso del gris de Abnegación, y no quiero volver. No quiero confiar en chispas de revelación para impulsarme hacia adelante. Quiero saber.

Todavía tengo cuatro miedos. Son diferentes de lo que eran cuando murió Tris, hace cinco años.

En el primero, vuelo alto por encima de la ciudad en un avión que se ha quedado sin combustible. Y caigo hacia el suelo, sin posibilidad de rescate.

En el segundo, estoy inmóvil cuando una fuerza oscura —normalmente con el rostro de David o Marcus— ataca a los que me importan.

El tercero, siento dolor y no hay alivio, todo lo que puedo hacer es soportar.

En el cuarto, ella muere.

No tiene sentido temer lo peor cuando lo peor ya ha pasado. La muerte no puede suceder dos veces, después de todo.

Fui yo quien le dije que lo que veía en las simulaciones no era su miedo literalmente enfrente de ella. Bueno, ¿Realmente le tienes miedo a los cuervos? Es algo más profundo, más simbólico. Sin embargo, es difícil no tomar mi cuarto miedo exactamente como es, con sus anchos ojos azules mirando hacia mí desde el suelo, su chispa se apagó.

+

Podría esperar el tren con los demás, de pie y con calma en la plataforma, esperando a que se detenga en una parada, sentado en uno de los asientos recién instalados como una persona normal. Pero no se siente bien para mí, nunca se sentirá bien otra vez.

En su lugar, tomo el largo paseo por las calles restauradas de Chicago, la ciudad que se niega a morir. Se quemó una vez, y lo reconstruyeron con ladrillo. Luego fue bombardeada con explosivos y balas, evacuada y poblada con cinco facciones. Entonces se separó otra vez, y somos responsables de su cuarta vida. Somos partes iguales de Abandonados y ex miembros de las facciones. Los desertores del departamento de Bienestar Genético y los migrantes de otras ciudades.

Decimos que ya no nos importa la pureza genética. De todos los lugares que reclaman tal cosa, este es quizás el lugar donde se acerca más a ser verdad. Pero aún recuerdo las imágenes de mi código genético que me hicieron darme cuenta de que estaba roto de alguna manera profunda y fundamental. No lo hice, como algunos otros lo hicieron, tatuándolo en mi cuerpo. Yo sólo hago eso por las cosas que quiero que recordar.

Dejo el camino limpio, tomando calles laterales en su lugar. Todavía están tan destrozadas y rotas como solían ser. Hormigón cayendo dando paso a las tuberías y respiraderos que forman la infraestructura de la ciudad, las cosas verdes que crecen en las grietas de la carretera, llegando arriba de la cintura. El sol se está poniendo y no hay luces aquí para parpadear y guiar el camino. Pongo mis manos en mis bolsillos y sigo caminando, confiando en la luz que se desvanece y en mi propia memoria para llegar allí.

Oigo una risa adelante, la risa familiar de Zeke.

Me observa desde lejos. Sus dientes son un destello de blanco en la oscuridad.

—¡Cuatro, ven aquí!

Lo saludo y me inclino hacia él. Las caras familiares se materializan a mi alrededor: Shauna, de pie en posición vertical con la ayuda del implante espinal y de apoyo para las piernas; Christina como toda una completa Osada, su cabello envuelto en un paño negro y tímidamente al borde del grupo, Caleb Prior.

No lo miro y me pregunto por qué está vivo cuando ella no. De todos modos, no es momento para ese tipo de preguntas. En su mayor parte, parece decidido a evitarme, y eso nos conviene a ambos. Él asiente a mí, y yo asiento de nuevo, y si ambos somos afortunados, ese será el final.

—Simplemente me quejaba de los reclutas de este año para la fuerza de mantenimiento de la paz —dice Christina.

—¿De nuevo? —pregunto.

—Es lo mismo cada año —Shauna responde.

—Al parecer no están coordinados y son ruidosos.

—Reclutas ruidosos—sonrío— sí, como si tú no supieras nada de eso, Chris.

—Puede que yo haya sido ruidosa, pero nunca fui tan estúpida —dice Christina, golpeándome en el pecho con un dedo—. Le agarro el dedo y doy la vuelta, intentando empujarla. No es tan fácil como pensé que sería.

—Además —dice, liberando su mano de mí con una sonrisa —esto no es tan difícil como la Iniciación de Osadía, no saben lo bueno que lo tienen.

—Eso es bueno —le recuerda Shauna—. No queremos que la gente sepa lo que es crecer en una facción, no se les puede culpar por no saber algo que no queremos que ellos sepan.

—Puedo culparlos por lo que quiera —dice Christina con una sonrisa astuta.

Caminamos hacia La Fosa, que está iluminada cálida y brillante todo el camino hasta el piso superior.

—¿Con quien más nos quedamos de ver, esta vez? —dice Zeke.

—Cara trae a Matthew, Nita no puede venir...

—¿Cara?—pregunto. —Pensé que aún estaba en Fila... dels... burg.

—Filadelfia —Caleb me corrige en voz baja, probablemente de manera automática para él sin embargo, me le quedo viendo.

No he visto a Cara en más de un año. Ha estado viajando, hablando con personas importantes sobre el desarrollo que ella y Matthew han hecho en su laboratorio. No sabía que había vuelto.

Entramos en el vestíbulo con el piso hecho de vidrio. Por un momento miro fijamente, hacia abajo, en el Abismo. El Abismo solía ser un lugar donde guardaba recuerdos, malos, de cadáveres sacados del agua y buenos, de reírse en las rocas con Zeke y Shauna. Pero ahora alguien ha borrado la pintura que los Osados salpicaron por todas partes, hace años, para cubrir las cámaras. Y ha puesto cadenas de bombillas brillantes en línea recta a lo largo de los caminos para iluminarlos. Parece, por primera vez... bonito.

Me duele el pecho. Al menos cuando recuerdo este lugar, era mío. ¿Pero ahora? Este espacio brillante y alegre es de otra persona.

—¡Tobias! —Matthew me golpea en el hombro. Él está sosteniendo una taza de algo oscuro y fuerte, puedo olerlo desde donde estoy. Sus ojos se clavan en los míos. —No te he visto en un tiempo, he oído que dejaste el juego de la política.

—Sí, algo así —le respondo—. No fue exactamente lo que esperaba. Es decir, tengo que ser encantador en todo momento.

—Encantador y un poco mentiroso —dice con simpatía. —Deberías hablar con Cara sobre eso, es una fuente de frustración interminable para ella.

—¿Dónde está? —le pregunto.

Pero justo cuando estoy terminando mi pregunta, veo una cabeza emerger de la escotilla en el piso que se abre al Abismo. Su cabello se ha vuelto de color rubio más oscuro con el tiempo, lo tiene alrededor de su cara. Su boca se encrespa en una sonrisa al vernos.

Ella me abraza brevemente, y cuando su blusa se aleja de su hombro, veo la esquina de un tatuaje. Una doble hélice rota, una señal de que era de los dañados.

—No estaba segura de si te vería —me dice.

—No estaba seguro sobre si iba a venir o no —le digo. —¿Cómo estuvo Filadelfia?

—¡Recuerdas el nombre de la ciudad!—ella sonríe. —Sabía que un día te interesaría la geografía, ahora hay mapas disponibles.

—Tengo que admitirlo, lo llamé Philadelsburg —digo. —Caleb me corrigió.

Ella se ríe.

—Philadelsburg fue bueno, pero ¿te contó Matthew las noticias?

Niego con la cabeza.

—Por supuesto que no— ella lo mira.

—¡Estaba apunto de hacerlo!—dice Matthew.

—Claro —ella responde. —Bueno, nos vamos a casar, esas son las noticias.

—Felicidades— digo, y más porque sé que espera y porque es cómodo. Cada uno de ellos se abraza con un solo brazo. —Ya es hora—digo mientras me alejo.

—¿Ya es hora para qué?—pregunta Christina desde algún lugar detrás de mí.

Finalmente miro alrededor. La multitud reunida en el fondo de la Fosa, cerca del borde del Abismo, es densa y multicolor, como nunca antes lo había visto. Y la gente, vieja y joven, acuñan tazas a sus pechos y hablan. Mis ojos todavía buscan divisiones de facciones incluso ahora, pero no encuentro ninguna, ni siquiera en mí, mi camisa es blanca de Verdad, mis pantalones vaqueros azules de Erudición y mis zapatos son negros de Osadía.

Ahora somos personas.

+

Partes del comedor, incluso paredes enteras, están despojadas de lo que recuerdo, pero ordenadamente. Después de recuperar la ciudad del Departamento, hubo una ola de saqueos y robo, y algunos grupos incitaron a todos a quemar cualquier cosa relacionada con las facciones cualquiera que pudieran tener a su alcance. No llegaron muchos al complejo de Osadía, dado a que es un lugar peligroso pero estoy seguro de que otros sí lo hicieron.

Ahora se cree que algunas cosas deben de ser preservadas. No estoy muy seguro de como sentirme con eso.

Nos sentamos alrededor de una mesa en medio de la habitación. Las conversaciones hacen eco en las paredes, haciendo ruido en mi cabeza. Zeke y Shauna se pelean por algo, quién dijo qué y cuándo, pero hay un sonrisa en la boca de Zeke que significa que no lo toma en serio. Matthew, Caleb y Cara están conversando profundamente. Christina se sienta hacia atrás en su silla para hablar con sus padres, que están detrás de ella.

Unas manos se cierran sobre mis hombros y me pongo tenso, suprimo la necesidad de girar, agarrar y empujar. No estoy en peligro, me digo a mí mismo. Ya no.

—Lo siento— dice mi madre, quitando las manos. —Debo hacerlo mejor.

Me volteo hacia Evelyn. Se ve bien para su edad, pero se le nota en las líneas alrededor de sus ojos y boca, y en las rayas grises que se ensanchan en su cabello. Vive en la ciudad ahora, trabajando en el transporte, está calificada para el puesto, gracias a muchos años de seguimiento de los trenes de la ciudad con los Abandonados. Puedo decir que le aburre, pero es bastante eficiente.

—Hace tiempo que no te veo —dice. —¿Te has sentido bien?

—Sí.

Ella me mira dudosa pero, en realidad, estoy bien. Simplemente ha sido difícil para mí estar cerca de la gente y no estoy seguro de cómo explicárselo.

—Simplemente no me siento bien al estar aquí. Todo está tan limpio, como en un museo—le digo.

Exactamente lo que es ahora. La restauración del complejo de Osadía se completó hace unos meses y la ciudad ofreció tours a los viajeros para enseñarles sobre el experimento de las facciones, sus resultados y sus secuelas. Es un intento, sospecho, de combatir un enfoque tan estrecho sobre la pureza genética. Tomará por lo menos algunas generaciones para ver cualquier tipo de cambio, pero estamos esperanzados. O, debería decir, están esperanzados, ya que ya no estoy haciendo mi viejo trabajo.

Miro a Johanna por encima del hombro de mi madre, alzando una taza de algo contra su pecho. Ella todavía está en la oficina elegida, supervisando nuestra ciudad. Tiene las agallas y yo no. Siempre me llamaba para hablar con gente de fuera de la ciudad y me enfadé al primer indicio de su juicio, de su escrutinio. Esa no es la manera de hacer las cosas, me dijo, y yo estuve de acuerdo, pero no pude escapar de la persona que era. Que yo soy.

Así que ahora mi enfoque es más pequeño. Arreglé las calles, los faroles, los edificios. Coloqué a los refugiados de otros lugares en viviendas permanentes, asegurándome de que tienen calor y agua limpia. Cosas simples.

Johanna siente mis ojos en ella, y ella se vuelve, mostrándome el lado cicatrizado de su cara, expuesto ahora que ella lleva el pelo corto. Ella sonríe un poco, y yo asiento de nuevo.

—Johanna me dijo que estás trabajando en proyectos de mejora de la ciudad —me dice Evelyn.

—Lo estoy—le digo.

—Ese es un trabajo de Abnegación—dice Evelyn.—¿Estás seguro de que eso es lo que quieres?

—La abnegación era lo que tú no querías, no lo que yo no quería—le digo.

Mi madre toca mi cara.

—Sabes que quiero lo mejor para ti, ¿verdad?— me dice. Es algo extraño que pensar.

—Por supuesto.—No es algo que podría haber dicho hace años, pero lo creo ahora.

—¿Entonces sabes que Tris querría lo mejor para ti?—su boca se tuerce en una mueca.

Mi intestino se aprieta como si fuera una cuerda y la jalaran fuerte. Estoy cansado de que la gente me diga cosas sin sentido y fingir que son las que ella quería.

—No la conocías, no puedes decir eso.

Ella le quita la mano. 

—Nunca digo las cosas correctas contigo, ¿verdad?

Lo dice como si fuera mi culpa.

—Ese es el problema, crees que hay algo correcto que decir cuando no lo hay —le respondo.

Hay que darle su crédito por no querer discutir eso. Hace un par de años, podría haberlo hecho. Siempre estaba dispuesta a pelear, pero ahora piensa en mis palabras. Veo cómo las mastica.

—Bien —dice ella, lo mismo que dice siempre cuando decide que tengo razón. —Pero a veces, eres muy duro conmigo.

—Está bien— suspiro.

Miro a Christina, que está hablando en voz baja con su padre, y está frunciendo el ceño. Al menos no soy el único que todavía lucha con sus padres.

Me pongo de pie, he perdido el apetito ante la extrañeza de este lugar, una vez fue familiar. Dejé que Evelyn me diera en un abrazo, e incluso la abracé, ya no estoy dispuesto a separarme de nadie aunque me preocupa la tensión que hay aún entre nosotros. La gente se pierde demasiado fácilmente.

Digo que voy a dar un paseo, y salgo del comedor para caminar a lo largo de la barandilla que una vez nos mantuvo separados del agua corriendo en el Abismo. Ahora solo nos impide caer en las rocas. Echo de menos el rocío del agua y el sonido de su rugido. Pero hay un beneficio en la tranquilidad, supongo... oigo a Christina cuando me llama.

—¿Evelyn te atacó de nuevo?—Me pregunta mientras intenta alcanzarme.

—Yo me sentí en esa vieja película de alces luchadores— le digo.—Dos cosas tercas, de cuernos que chocan una y otra vez, eso es lo que Evelyn y yo somos.

—¿Todavía estás viendo los videos de los animales?—Ella ríe.—¿En qué estás ahora, gusanos, caracoles?

—Pájaros—respondo. —¿Sabías que los albatros siempre se estrellan en la tierra? Son demasiado grandes para aterrizar con gracia, por lo que sólo chocan con el suelo.

—Siento que has desprendido algo útil de mi cerebro y fue remplazado con un hecho sobre un pájaro que probablemente nunca veré—dice ella. —Hay un lugar que quiero visitar. 

—Si estás a punto de llevar al dormitorio de los transferidos, no voy a ir.

Ella se estremece.

—Claro, porque todo lo que quiero es volver al lugar en donde vi a un hombre perder un ojo. No, vamos a otro lugar.

La sigo sin preguntar a dónde.

+

Caminamos por el largo y oscuro corredor hacia la red, lado a lado. A veces nuestros nudillos se chocan cuando nuestros brazos oscilan en direcciones opuestas, normalmente me separaría pero, esta vez, no lo hago.

Estamos frente a la plataforma donde una vez me puse a ayudar a los iniciados de Osadía para iniciar sus nuevas vidas. Recuerdo que extendí mi mano hacia la pequeña y pálida mano de Tris, apretando mi pulgar alrededor del suyo, atrayéndola hacia la estabilidad. Pienso en sus ojos brillantes, llenos de adrenalina. La pequeña, la Estirada así como Eric solía llamarla.

Estaba demasiado ocupado anunciando su nombre a los otros de Osadía como para ayudar a Christina a salir de la red. Pero por primera vez en mucho tiempo, cuando repaso ese recuerdo en mi mente, también pienso en Christina.

—Gritaste todo el tiempo— le digo y ella ríe.

—Demonios, sí, grité todo el camino. Salté de un edificio, ¿te das cuenta de lo ridículo qué es eso?

—Lo hago—sonrío un poco. —Ni si quiera estaba cerca del primer saltador, ya sabes, me aterrorizan las alturas.

—Alturas—ella asiente y toma la escalera con la mano, sube a la plataforma.—¿Qué más, si no te importa que te lo pregunte?

La sigo por las escaleras.

—Los espacios cerrados, convertirme en un monstruo y mi padre. 

La expresión de su boca es sombría.

—Bueno, ya sabes todo de mí gracias a la Iniciación.

Me estiro sobre la tubería de metal que sostiene la red y caigo hacia el centro de la red. Ella hace lo mismo, y cae a mi derecha, golpeándome en la espalda con su rodilla. Gimo, y ríe como disculpa, trepando por en medio.

Nos acostados uno al lado del otro, mirando al cielo. Es demasiado brillante la ciudad ahora para ver muchas estrellas, pero el cielo en sí es de un agradable azul profundo y la luna es brillante, creciente y delgada. Los edificios doblan en el agujero que estamos mirando a través como centinelas en los bordes de mi visión.

—Todo el mundo ha seguido adelante con sus vidas—dice.— Ya sabes, ¿escuchaste hablar a Zeke y Shauna sobre intentar tener un niño? Cara y Matthew se están casando, Caleb tiene un loco proyecto con el que puede estar casado... y yo todavía estoy entrenando a la estúpida fuerza de seguridad.

—¿No te gusta?

—Me gusta—ella dice.—Pero siento que no me lleva a ninguna parte.

—Sí—respondo y estoy sorprendido por lo mucho que entiendo lo que está diciendo.—Yo también, en realidad.

—Pensé que podría—dice.—Eso es lo que mi papá y yo estábamos discutiendo, él quiere que yo salga de la ciudad y viajar, no creo que él entienda lo diferente que está ahí fuera para nosotros, lo extraño que todo se siente. Él no quiere dejar esto, así que ¿por qué yo debería?

—Probablemente está preocupado por ti. Preocupado de que no aproveches todo tu potencial o algo así.

—¿Eso es lo que te decía Evelyn?

—Algo así—hago una mueca.—Ella dijo algo como "esto no es lo que Tris querría para ti".

Christina gesticula ruidosamente.

—Como si ella hubiera sabido eso—dice y me río porque es tan perfecto que digamos lo mismo de mi madre, he hablado bastante de ella con Christina, le conté toda la historia de cómo escapó de Abnegación y me dejó con mi padre y luego volvió a mi vida después de que yo eligiera Osadía, a lo que Christina reaccionó con lenguaje obsceno, escupiendo veneno.

—No creo que sepa lo que Tris habría querido para mí—respondo cuando mi risa se tranquilizó.

—¿Quieres saber lo que pienso?—dice Christina, y nuestros ojos se cruzan cuando los dos nos miramos de reojo y con esta luz, sus ojos son tan oscuros que parecen negros y con algo de paz en ellos.

Asiento con la cabeza.

—Creo que ella quería que estuvieras con Tris—dice Christina. —Tris quería vivir y ella lo quería para ti, ella siempre deseaba lo mejor para todos. Si Tris estuviera aquí, ella así lo hubiera querido pero no está para querer cosas.

—¿Estás diciendo que no importa lo que ella hubiera querido?— le respondo, de manera tensa. Lo pregunto como si fuera un reclamo.

—Estoy diciendo que ella no está aquí para querer cosas. Quiero decir, tal vez ella no está en ninguna parte, o tal vez está... en otro lugar, y si eso es verdad, realmente no veo a Tris como el tipo de persona que pasa todo su tiempo mirándonos con nostalgia y deseando cosas buenas para nosotros— dice Christina de manera firme, se sienta y me mira. —¿Cuántos años tenías cuando estuviste con ella?

—Dieciocho— respondo.

Ella lo repite lentamente. —Dieciocho— sacude la cabeza y mira hacia la luna.—Dieciocho es demasiado pronto para pensar que no puedes tener nada más que sea bueno, Tobías, demasiado joven para no ensuciar todo una y otra vez, o... sanar, era demasiado pronto y eras demasiado joven también... —se aleja.—Eres demasiado bueno para no vivir tu propia vida.

Resopla y se acuesta de nuevo. Nuestros hombros se tocan. Nuestros brazos se tocan. Cierro mis ojos.

Sus brillantes ojos azules siguen ahí, mirándome desde mi memoria. "Dile que no quería dejarlo", era el mensaje que Tris le había dicho a Caleb que me dijera. Sus últimas palabras para mí: ella no quería marcharse. Sé que Christina tiene razón, no es fácil responder y no es "lo que ella hubiera querido" porque sé lo que ella quería y ninguno lo consiguió. Así que "él hubiera querido" es irrelevante.

Ella me amaba, yo la amo. Y ella murió, pero yo no lo hice. No lo hice.

—Lo siento— dice Christina. —Te eché todo un discurso, ¿verdad?

—Lo hiciste, pero no lo lamentes.

Los dedos de Christina se mueven, sus dedos índice y medio se enganchan alrededor de los míos. Su agarre es fuerte y cálido. Su piel oscura, perfecta, contrasta con la mía.

—¿Esta bien?—pregunta sin mirarme.

—Sí—digo ignorando la chispa de algo que se apaga dentro de mí. Mantengo los ojos cerrados.

+

—Ven a entrenar mañana, ¿de acuerdo? Será divertido. Lo prometo.

Eso fue lo que dijo Christina cuando la acompañé a casa ayer. Salimos de la red, helados por el aire de la noche y nos dirigimos a las vías del tren para seguir adelante con algunos de los otros. Esperamos hasta que el tren se detuvo, caminamos con calma y nos quedamos colgados de la barandilla para mantener el equilibrio en vez de sentarnos, porque ¿quién se sienta en un tren?

Le dije que no quería volver a enseñar a los soldados y me dijo que sería sólo una vez, por como en los viejos tiempos. Sus ojos estaban fijos en los míos, ella estaba cerca y olía a salvia. Un pequeño rizo había escapado del paño que había atado alrededor de su cabello y colgaba justo sobre su pómulo. No la abracé porque de alguna manera se sentía peligroso.

Pero aquí estoy de todos modos, suspirando mientras espero en la puerta para que mi coraje aparezca. Finalmente decido que vendrá si hago algo, así que abro la puerta y entro. El aire huele a sudor, a zapatos y a serrín. La fuerza de seguridad entrena en uno de los almacenes de los sin facción, pero el piso está cubierto con alfombras y algún tipo de material elástico, y hay luces en todas partes.

Christina está demostrando una maniobra en uno de los nuevos "reclutas ruidosos", como ella los llamó. Ella le dice que la empuje, luego se desplaza a un lado, agarrando su brazo justo debajo de la axila y moviéndose para que él se vea forzado a caer sobre sus rodillas. Ella ha crecido mucho desde la última vez que la vi hacer algo como eso y se mueve con un poco más de gracia, con mucho más certeza.

Ella levanta la vista, me ve y sonríe.

Vendo mis manos y me pongo a calentar con una de las pesadas bolsas, hasta que siento sudor entre mis hombros. Se siente bien, fácil. Así que cuando ella golpea mi hombro y me pide que muestre cómo se hace la técnica correcta, yo digo que sí.

Es como bajarme a una corriente. El agua me lleva, y yo soy un instructor de Osadía de nuevo, girando los ojos cuando alguien se olvida de mantener la guardia o mirar antes de codear el cojín para que el codo y el brazo de su pareja den en su lugar. Observen, les digo, y se hacen más pequeños.

—Prepárense y actúen cuando estén preparados—les dice, y yo asiento.

—Él fue mi maestro alguna vez, ¿lo sabías? —dice Christina a una de las chicas más pequeñas.—Y si crees que soy dura contigo, no sabes lo pesado que puede llegar a ser.

—La gran boca de los veraces—digo.

—Así es—responde.

La sesión termina y los aprendices se van, sólo quedamos ella y yo, estirándonos y bebiendo agua de la misma botella.

—Hablaste de ellos como si fueran pequeños tornados—digo— no son tan malos. Creo que sólo querías compasión.

—Los viste en un buen día—dice.

—Pobrecita, "soy Christina y tengo que enseñar cosas a la gente"— le digo, imitándola a ella".—Háblame después de que hayas intentado entrenar a los voluntarios al amanecer.

—Cállate—y me golpea con una venda sudorosa de la mano.

—Eso estaba mojado— le digo.

Sus ojos brillan de risa. Ella pone la venda en su mano y me la pone en la mejilla. Le golpeo la mano y ella agarra la mía, luego estamos juntos, compartiendo el aire, las manos juntas, nuestras rodillas se tocan, ambos estamos sonriendo.

Su sonrisa desaparece. Nuestras manos se separan. Pero en vez de alejarme, le toco la mandíbula, le paso el pulgar por la mejilla. Su piel está salpicada de sudor, y mi mano todavía está envuelta en tela negra, pero lo siento... todo.

—Esto no es una especie de... experimento, ¿verdad?— ella dice. —¿Para ver si puedes moverte?

—No, es... estoy... estoy... moviéndome finalmente— digo.

—Oh—ella responde.

Toco sus labios con mis labios. Es rápido, cauteloso y no creo que ella respirara en ese tiempo. Yo sé que no.

—¿Está bien?—le pregunto.

Ella pone una mano sobre mi muñeca, me tira hacia ella y sonríe. Nuestras frentes chocan.

—Sí—ella dice—lo está.

Esta vez, cuando nuestros labios se encuentran, es suave y lento. Sabe salado. Sus dedos se enganchan en mi camisa. Y me pone en el tapete.

+

Discutimos todo el tiempo. Sobre todo por de quién es el turno de lavar los platos, sobre el nombre del hijo de Zeke y Shauna, no queda ninguno de los que decimos, sobre lo mucho que me meto en los proyectos de mejoras de la ciudad y en lo malhumorada que es cuando vuelve del trabajo algunos días.

Todavía sueño con Tris, a veces. Incluso sueño con su muerte. Le cuento a Christina al respecto, y no lo toma personalmente, sobre todo, a menos que esté cansada o preocupada por algo. Mi escondite del suero del paisaje del miedo va ha permanecido intacto por tanto tiempo que terminé regalándoselo a Cara para jugar con él.

Hablamos de Will, Tris, y de las vidas que teníamos, y lo asustados que estamos, a veces, cuando alguien nos asusta, o sobre que se parece mucho Jeanine a Marcus o Max. Me despierta en medio de la noche su llanto mientras recuerda haber salvado a Héctor sobre el borde del tejado solo para darse cuenta de que Marlene estaba rota en el suelo. Ella se despierta peor que yo.

Nos reímos todo el tiempo. A veces sólo por una mirada, o una palabra. Ella habla en voces extrañas, imitándome, o a sus compañeros de trabajo, o a los pájaros que vemos en los videos de de mi apartamento. Me hace reír hasta que estoy débil con ella, relajado contra los cojines del sofá con las manos enroscadas, inútil.

Ella es a la primera que le digo cuando algo va bien, o cuando algo va mal. O cuando algo sale y punto.

Ella me dijo, una vez, que guarda un frasco de suero de memoria en su gabinete de baño, para recordarle lo que casi perdió, cuando casi me perdí.

Trabajamos y soñamos. Luchamos, nos reímos y nos enamoramos. Nos movemos.

Y nos sanamos.

Game of Thrones: Primeras imágenes de la séptima temporada

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Cada vez estamos más cerca para el regreso de una de las series más esperada del año, Game of Thrones, basada en la gran saga de libros de George R.R. Martin, Canción de Hielo y Fuego.

Será el 16 de julio cuando regrese esta monumental serie de la HBO. Aquí tenemos nuevas imágenes oficiales de la séptima temporada.














Game of Thrones: Se están preparando cuatro spinoffs dentro del mismo universo

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De acuerdo a Entertainment Weekly, la HBO está preparando cuatro series spinoffs para cuando termine Game of Thrones. Aquí tenemos información oficial sobre cada una de ellas.


Según James Hibberd estas ideas de momento son solamente proyectos, y aún no es seguro que vayan a emitirse las cuatro por televisión. HBO nunca ha llegado a emitir un spinoff de alguna de sus series.

Los guionistas de cada una de las nuevas series son: Max Borenstein (Godzilla, Kong: Skull Island), Jane Goldman (Kick-Ass, Kingsman, X-Men) junto al propio George RR Martin, Brian Helgeland (Mystic River, A Knights Tale) y Carly Wray (Mad Man); este también junto a Martin.
Por su parte, David Benioff y D.B. Weiss, actuales showrunners y responsables de Game of Thrones serán productores ejecutivos de los proyectos.

La HBO asegura que el proceso de producción está en camino, pero al menos por ahora se desconocen fechas.

Game of Thrones: Nuevas imágenes de la séptima temporada

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Cada vez estamos más cerca para el regreso de una de las series más esperada del año, Game of Thrones, basada en la gran saga de libros de George R.R. Martin, Canción de Hielo y Fuego.

Será el 16 de julio cuando regrese esta monumental serie de la HBO. Aquí tenemos nuevas imágenes oficiales de la séptima temporada liberadas por Entertainment Weekly.








10 libros con grandes descuentos en Amazon

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Hola lectores! En esta ocasión les traigo un post algo diferente. Y es que, hace unos días mientras pre-ordenaba Lord of Shadows de Cassandra Clare por Amazon, me di cuenta que hay muchísimos libros que actualmente se encuentran en descuentos que van del 10% al 70%.
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Reseña 'Por trece razones' de Jay Asher

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Título original: 13 Reasons Why
Título en español: Por trece razones
Autor: Jay Asher
Sello editorial: V&R Editoras
ISBN: 9789877471908
Páginas: 362
Año de publicación: 2017
Calificación:

No puedes detener el futuro.
No puedes rebobinar el pasado.
La única manera de conocer el secreto es presionando play.
Clay Jensen desearía no tener nada que ver con los casetes que grabó Hannah Baker. Porque Hannah está muerta y se debería haber llevado sus secretos con ella.
Pero si Clay recibió los casetes es porque, de alguna manera, él fue responsable de la muerte de la joven. Y lo que ella grabó en esas cintas puede cambiar la vida de Clay y de todos sus compañeros para siempre...

Sé que ha pasado mucho tiempo desde la última vez que les subí una reseña y qué mejor volver al blog con la reseña de "Por trece razones".

Esta historia a pesar de tener ya algunos añitos en el mercado se ha vuelto muy famosa gracias a la serie producida por Selena Gómez en Netflix. 


Todo comienza cuando Clay llega a casa y descubre un paquete en la puerta de su domicilio membreteado a su nombre. Por fuera parece una caja común y corriente de zapatos sin embargo, contiene siete casetes, todos enumerados (por ambos lados) del uno al trece.

Intrigado, Clay, reproduce la primera cinta llevándose una enorme sorpresa porque escucha la voz de Hannah Baker, una chica de su escuela que tiene pocas semanas de haberse suicidado. En la cinta, Hannah explica que si ha recibido el paquete es porque fue una de las trece razones por las que ella se suicidó pero que va a tener que descubrir qué es lo que hizo a lo largo de ellas pero que tiene que escucharlas todas y terminando debe de pasarlas al siguiente en la lista.


Tengo opiniones encontradas al respecto de este libro, me gusto mucho como te hace recapacitar en algunos aspectos sin embargo, en otros, siento que le faltó profundizar un poco más y no tocarlos solo a la ligera.

Aunque se mencionan más personajes, de los únicos que tenemos alguna idea sobre lo que están pensando o sintiendo son de Hannah y Clay y con ninguno llegas a simpatizar del todo.

Si viniste a leer mi reseña porque viste la serie, me gustaría decirte que son completamente diferentes el uno del otro aunque de una manera peculiar los dos se terminan complementando.


La historia es corta y en general, es buena aunque sí tiene uno que otro detallito que me desagradó pero igual te recomiendo el libro si tienes ganas de leer algo auto concluyente y corto.


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